Azuzando la confrontación social

Rodrigo Quesada Monge

23 de Julio de 2015

Abordar la embestida de algunos medios de comunicación, cuya mediocridad y frivolidad está más que comprobada, y de ciertos diputados, cuya megalomanía ya alcanzó niveles imperdonables, contra los servidores públicos, como un asunto puramente técnico, puede ser arriesgado y superficial. La arremetida tiene tintes clasistas, e indiscutiblemente políticos, aquí y en cualquier lugar de la Galaxia; y eso nadie lo puede contradecir.


El meollo del asunto radica en si vamos a tragarnos el anzuelo de una provocación que aspira, de un plumazo, eliminar los logros más sobresalientes de la clase trabajadora en este país. Algunos descerebrados todavía piensan que, como el socialismo soviético se desplomó en 1991, esto significa borrón y cuenta nueva. Para ello, no escatimarían esfuerzos en aniquilar físicamente a varios dirigentes sindicales, figuras políticas de la izquierda, líderes comunales y otros, como se hiciera en las otrora dictaduras oprobiosas de América del Sur, que hoy se encuentran tratando de darle sentido a una historia que solo vergüenza, temor y resentimiento les trajo a sus pueblos, como les sucedió a Chile y Argentina. Estoy seguro, que a muchos no les temblaría el pulso para realizar las mismas tareas en este pequeño país, que juega de Arcadia de la felicidad y la paz.


Quienes hoy azuzan irresponsablemente la confrontación social, entre empleados públicos y privados en Costa Rica, bien quisieran que la historia social de esta nación fuera distinta, una historia en la que la explotación rampante, la humillación y la miseria de los trabajadores fuera la tonalidad esencial de la lucha cotidiana. Pero dichosamente no es así, porque los trabajadores en Costa Rica, tuvieron el coraje alguna vez de imprimirle un giro fundamental a su propia historia, una historia que hoy se la quieren robar, se la quieren arrancar de cuajo, y saltársela, sin escrúpulos de ninguna especie, quienes siempre tuvieron vocación de golpe de estado, de totalitarismo y dictadura, revestidos de democracia y supuesta equidad.


Todo el mundo sabe, pero nadie lo quiere reconocer, que no han sido los trabajadores los que han saqueado las instituciones públicas en Costa Rica. Siempre fueron vistas, casi desde su mismo nacimiento, como botines de guerra a los cuales se podía merodear de la manera más impune y desvergonzada, por aquellos que hoy pegan el grito al cielo, con repugnante hipocresía, argumentando privilegios y desigualdades. Enfrentar a los empleados públicos contra los privados, es una estrategia burda, indecente y peligrosa, que sólo logra volver sordos y ciegos a todos los involucrados, porque a nadie le importa la historia, cuando se trata de su bolsillo y de su sustento familiar. Pero la historia en Costa Rica enseña que sin las luchas de los trabajadores, casi desde el nacimiento de la República, hoy este país sería una perfecta jungla, para solaz y satisfacción de quienes, con voracidad desenfrenada, quieren destruir lo poco que queda del viejo Estado Benefactor en Costa Rica. Yo quisiera que los trabajadores, públicos y privados, de este pequeño país al que tanto amo, no cayeran en la trampa que les quieren tender las voces legañosas y siniestras de una Guerra Fría que hace rato se superó en otras latitudes, pero que aquí, algunos, todavía la siguen peleando, pues han razonado que el mundo les pertenece, contra viento y marea.

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