El estereotipo del éxito, una sociedad vacía

Adriano Ramírez Jerez

13 de Enero de 2015

Es curioso el estereotipo de ser humano de hoy día: la cúspide, o quien esta sitiado ahí, es Cristiano Ronaldo. ¿Quién no estaría orgulloso de ser él? Es la cúspide de la sociedad, posiblemente es el hombre que todos quisieran ser, que tus padres quisieran que fueses y tu novia también.


Físicamente es casi impecable: estatura perfecta, una cara linda y una sonrisa excepcional; además, fácilmente se estudiaría anatomía a lo largo de su cuerpo. Sumado a eso, está su talento (menor cosa dirán algunas), su capacidad goleadora, su velocidad, su salto, esa capacidad de suspenderse en el aire para cabecear el balón en el momento justo, es perfecto el tipo, es todo un estereotipo.

 

Y muchos dirán: -Sí, eso ya lo sabemos todos. Pero siempre hay algo que gran parte ignora, el último otro gran atributo de “CR7”: su mentalidad, su forma de ver el fútbol, su afán, su avaricia, su codicia. Es, Cristiano, el tipo que está dispuesto a todo para ganar, a lo que sea. Su nivel de competitividad es, tal vez, junto a su habilidad y belleza (desde el concepto que maneja la sociedad actual), lo que lo sitúan en la cúspide de la sociedad, en el máximo modelo a seguir, es el “yo quiero ser” de los chicos de 5 a 15 años y el yo frustrado de algunos que empiezan a entrar en la edad adulta.


Y muchos se cuestionarán (sus fanáticos se lamentarán), ¿y Messi? Es ágil, habilidoso y también podría tener la cantidad de mujeres que quisiera al lado (no precisamente por la cantidad de dinero que tiene en sus cuentas, claro está). Entonces, es sumamente sensato pensar porqué Leo Messi no está en la cúspide del modelo humano si él también practica el deporte que enloquece y concentra a los más de siete mil millones de humanos que habitan el planeta, a tal punto que eso les importe más que si tienen que comer. Precisamente, porque a Messi no lo mueve esa sed de competencia, o tal vez sí lo mueve, pero no es su prioridad. Lo de Messi se nota que es disfrute, es sentirse bien dentro del campo, cada una de sus gambetas pareciera reflejar lo fácil que se le hace, como si de verdad hubiese nacido, exclusivamente, para eso; es decir, cuando el latinoamericano entra al campo, entra a jugar en todo el extenso sentido de la palabra.


Pero Cristiano, el 7 del Madrid, no refleja lo mismo. Basta poder mirar con nuestros ojos. Para él esto es competir, es sacrificarse, es sufrir por la portada del diario, es cuidarse para la cámara y que sus goles no falten un domingo o miércoles. Es, para el portugués, una obligación estar ahí donde está, como máximo goleador en todas las competencias. Él luchó por eso, tuvo que esforzarse, el pequeño orejón de en frente parece lograrlo naturalmente, con simpleza.


Pues bien, lo que vemos todos los días: el patetismo reflejado en nuestra sociedad, el patetismo al que nos obliga o al que sucumbimos algunas veces (que nos hace, desde hacer filas durante horas en el viernes negro, hasta ponernos implantes de seno para ser la chica sexy que siempre soñé), tiene un padre, un generador, un motor que desde métodos muy finos y con gran sutileza nos dice qué hacer. ¡El sistema económico que es la base del mundo! A través de los medios de comunicación, la religión, la política, la tendencia del momento de la estrella Pop y un largo etcétera, todo lo predispone el gran capital.


De esta forma, y bajo esta perspectiva, se mueve el individuo del siglo XXI. Y este texto ha sido lo que a mí me generó ver una parte de los premios otorgados por la prestigiosísima FIFA, el acontecimiento del día, el FIFA BALÓN DE ORO, mientras tanto, por otro lado -y menos importante-, el crudo se cotizó a $46 el barril, su costo más bajo desde 2009.

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