¿Soy demasiado radical?

Adriano Ramírez Jerez

26 de Setiembre de 2015

La sociedad contemporánea en su vasta domesticación, ha satanizado el término “radical” como consecuencia de la manipulación del lenguaje que, muy astutamente los medios de comunicación y la educación, han hecho para conseguir que en el consciente de las personas decir radical sea proporcional a decir maquiavélico, satánico y hasta posiblemente llevarlo a lo “bizzaro” y “gore”.


Y es que, como algunos de ustedes se han enterado, la tergiversación que sufren los conceptos actualmente es sumamente escandalosa, ejemplos sobran: ya vieron con qué palabras cerré el párrafo anterior. Al filósofo italiano, Niccolo Machiavelli, por escribir un libro (El Príncipe, 1517) que desglosa a mansalva la democracia actual y sus corruptas formas, le ha costado que su apellido sea relacionado con lo terrible, maléfico y terrorífico.


Entonces, cuando me llaman radical –desde la conceptualización que ellos le dan al término–, me ofende, porque para ellos ser radical significa que no se debe ser firme, que hay que ceder, que se puede negociar y hasta ser corruptible. Evitar la radicalidad para nuestros tiempos significa aceptar lo inaceptable, significa que la izquierda y la derecha pueden luchar juntas, significa emplear el concepto sin consciencia de clase. ¿Me quieren decir que un pobre y un rico pueden confluir? Mi radicalidad significa consecuencia, significa que entiendo cuales son mis jurisdicciones, significa ubicación, de saber que si soy un hijo de vecino no puedo dármelas de burgués por París, ni una noche por invitación.


Se vive un momento de confusión tal que las personas descontentas con el sistema que asfixia a la humanidad pretenden luchar con el mismo de una forma muy peculiar, “duerme con los visitantes y juega con los locales”, dice la letra de un tema de Serú Girán, que se ajusta completamente a las aristas “anti-radicales” que hoy en día son bandera de lucha, luchando por los pobres, trabajando para los ricos.


Es tal la adaptación que sufre la misma clase trabajadora, que al momento que lucha por sus derechos lo hace de la manera que a la burguesía le gusta, en la forma que a ella le place, con sus medios y recursos, lo cual termina siendo un remate en propio marco y, lo que significa actualmente, el principal escollo hacia la emancipación.


Así que, en el momento en que le llamen radical, sepan distinguir cual es la radicalidad que les pertenece, que sea para ustedes un honor, que sea fortaleza para su confianza, saber que su camino a pesar de ser complicado y solitario, enmarca rectitud y compromiso, ante una burguesía despiadada y voraz.

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