A la vieja se le puso bien Ofelia

José Solano Solano

4 de Julio de 2014

“Desde un inicio la misión de este funcionario consistió en ejercer una estricta vigilancia para asegurar el cumplimiento de las leyes y las normas existentes, además de velar porque los servidores públicos cumplieran con sus obligaciones.” Así reza la breve reseña en el sitio oficial de la Defensoría de los Habitantes cuando refiere al Ombudsman, es decir, el puesto que hoy ocupa la ahora famosa telefonista Ofelia Taitelbaum.

 

Los sucesos que el segmento del noticiero de Canal 9 –Hoy Investiga– develara sobre un supuesto asunto de evasión fiscal, deja muy en entredicho el papel de una funcionaria pública como el que ostenta la señora Taitelbaum, pues no solo incumplió las leyes y normas existentes que debía vigilar, sino que incumplió sus obligaciones como funcionaria del Estado que ayuda a defender. Pero más allá de un caso de corruptela como este, más allá de una evasión impositiva, está el intento de perpetrar un acto deshonesto con la moral y la ética que pertenece –al menos en la buena teoría– a la “Ombudswoman” tica.

 

Seguro de algún lugar tenía que salir el dinerillo para cubrir las costosas cirugías plásticas que han tratado de rejuvenecer la trayectoria política, algo oscura, de Ofelia Taitelbaum. Es obvio suponer para el lector de estas líneas que un personaje de la alcurnia, el caché y el status socioeconómico de la defensora no debería hacer uso de estas artimañas fraudulentas para desfalcar el erario público. Ahora bien, estos crímenes de cuello blanco, que supuestamente se le achacan a la señora Taitelbaum, han sido más bien la norma para el sector social que ella ha representado desde sus años como diputada de la República en aquellos virulentos años de TLC.

 

Habría de suponerse que, después de dejar una “íntegra” curul como diputada liberacionista, a la defensora de los habitantes se le habrían desinfectado ciertas mañas non gratas del partido que la ha acogido tan desinteresadamente durante años. Así mismo, habría de suponerse que el acceso a ese puesto político como defensora ocurrió bajo las vías de la transparencia y el mérito de una vida de lucha y trabajo en beneficio de los habitantes, y no como un premio del amigote mayor de la República que solo deseaba copar y afianzar su poder en las instituciones del Estado.

 

Para nada, esas suposiciones serían humillantes e indecorosas para una persona que debería gozar de una integridad incuestionable para el puesto que ocupa. Sería presuntuoso de cualquier vieja petulante periodista, tratar siquiera, cuestionar la honorabilidad de un personaje como la Ombudswoman costarricense, Ofelia Taitelbaum. ¿Tiene acaso un atisbo de razón el ciudadano promedio de cuestionarle algo a tan distinguida señora? Para nada, a menos que se trate de alguna persona con un poquito de memoria de mediano plazo.

 

Toda esta paráfrasis anterior, por no decir babosadas que interpelan el sentido de justicia y de memoria, pretenden hacer caer en razón algo que, desde hace más de cuatro años, la crítica hacia ese nombramiento venía vociferando: el peligro de que ese puesto maniatado estuviera, perdón la redundancia, en manos de un esbirro más del nunca bien ponderado, aunque siempre mal intencionado, expresidente Arias Sánchez. Pero es, nuevamente el tiempo, el que viene a dar la razón a aquellos que en más de una ocasión hicieron tan ominosa advertencia.

 

Una defensora de los habitantes que atentó contra una de esas personas que juró proteger, que perjudicó social y económicamente, no es el fiel reflejo de ese título. Una mujer que, desde su posición de poder, ofendió a otra mujer indefensa por su estado de salud, deja muchísimo que desear para el puesto que ocupa. Una persona que, desde su status socioeconómico, y deseable de una ética intachable, desfalcó los fondos públicos que mes a mes son secuestrados por la hiena hacendaria a los trabajadores, mientras balbucea frente al poder acaudalado, no es digno ni legítimo para que siga ocupando el puesto de defensora de los habitantes. ¿Pero es que acaso quien aquí escribe es el único ofendido por la persona que dice defender a los costarricenses, precisamente, de personas como ella?

 

Definitivamente a la vieja se le puso Ofelia la cosa, pero como el estimado lector podrá terminar de realizar este ejercicio de deducción, no, la vieja no es precisamente periodista. Habrá que esperar a la injusticia para que, nuevamente, estos personajes corroídos de la política costarricense, salgan airosos en la vida democrática que defienden, en medio de los aumentos del costo de la vida y el jolgorio del encanto futbolero. 

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