¡Alerta! Golpe de Estado en Costa Rica

José Solano Solano

9 de Enero de 2013

Son muchos los posibles escenarios que se pueden hallar de cara al próximo 2 de febrero (o el 8 de mayo si no hay segunda vuelta). Algunos de esos se han discutido o, al menos, puesto sobre la palestra como una posibilidad más en el horizonte cercano. El fraude electoral es, quizás, el más evidente a todas luces, lo mismo que una segunda vuelta con un bloque conjunto de la derecha. Sin embargo, pocos se plantean la probabilidad de un golpe de Estado en caso de salir vencedor José María Villalta; en parte por miedo y en parte por no existir un plan de contingencia en el corto plazo ante esta realidad virtual. La creencia fiel del costarricense en la democracia liberal no vislumbra un futuro inmediato tan oscuro como el que aquí se va a mencionar.

 

Para comprender la probabilidad de un golpe de Estado, se debe analizar el ambiente que se ha apoderado de la política electoral en las últimas semanas. Se puede partir de la polarización clara que existe en el país en torno a los partidos que encabezan el gusto de la ciudadanía votante: una derecha algo dispersa pero con un objetivo muy concreto: la continuidad del modelo de desarrollo neoliberal tal cual. En este foco se encuentra el Movimiento Libertario y Liberación Nacional, con agendas relativamente disímiles y de una confrontación más aparente que real. Por otro lado, un Frente Amplio rápidamente creciente en las intenciones de voto, el cual puede ser ubicado en la izquierda, con un programa de reformas para recuperar aquello que los partidos de viejo cuño desarmaron: el Estado de Bienestar.

 

A este contexto electoral debe sumársele un ambiente político hostil, marcado por incidencias externas e internas. Primeramente, está las estrechas relaciones entre Costa Rica y Estados Unidos. Harto es recordar las múltiples intervenciones imperialistas en América Latina y, ahora, con un agravante adicional: la presencia de una base militar en los mares costarricenses, los cuales, bajo la excusa del combate al narcotráfico, se han instalado con la complicidad de la mayoría legislativa. Este hecho ha provocado un aumento de la violencia, acercando aún más el tráfico de drogas y de armas, así como la ocupación flagrante y descarada de territorios indígenas en Talamanca. El segundo es el conflicto con Nicaragua. Este se convirtió en el caldo de cultivo para el surgimiento de un nacionalismo exacerbado en contra del hermano país del norte, que terminó diluyéndose con la supuesta ideología de izquierda (cosa que es falso) del gobierno de Ortega. Sobre este punto, es importante profundizar un poco más.

 

A nivel interno, el surgimiento del conflicto con Nicaragua ha generado una exaltación nacionalista extrema, muy cercana a posturas fascistas. En esto es importante señalar la aparición de grupos paramilitares en la Zona Norte y Caribe del país. La justificación de estos movimientos mercenarios radica en el supuesto de una invasión por parte de Nicaragua. Para ello se armaron con arsenal pesado, entrenados, a su vez, por oficiales de la Fuerza Pública graduados de la Escuela de las Américas. Las acciones del gobierno han sido absolutamente nulas para contrarrestar esta situación anómala en un país que se dice amante de la paz y cuya prioridad dice ser la seguridad ciudadana. Más bien, la sensación que deja la inoperancia del gobierno de Chinchilla es de un aval hacia estos dementes armados. [1]

 

Esta situación debería preocupar a la ciudadanía y al movimiento social. Esto porque las manifestaciones abiertas de muchos miembros de estas agrupaciones, en redes sociales, son anticomunistas, anti-frenteamplistas e incluso fascistas. Nace pues la pregunta de hasta dónde la justificación fundacional de un ejército paramilitar se arraiga en un combate hacia el “otro” y no hacia el “nosotros”, es decir, qué garantiza que no se esté perpetrando utilizar este grupúsculo en contra del orden “democrático liberal” bajo el auspicio de intereses políticos y económicos poderosos internos y externos. Como se dijo, la omisión y minimización de este problema por parte del gobierno indigna y hace sospechar bastante.

 

Ahora bien, a este asunto habría que sumarle la campaña del miedo que se ha desatado en las últimas semanas en contra del Frente Amplio y José María Villalta ante una virtual victoria en las elecciones 2014. Ataques constantes que han venido del Partido Liberación Nacional y su candidato Johnny Araya, así como de los sectores más reaccionarios agrupados en partidos u organizaciones, tales como el Movimiento Libertario, los partidos evangélicos y la misma Iglesia Católica. Igualmente, el terrorismo mediático –principalmente de La Nación y Repretel– se ha anclado con mucha fuerza en la opinión pública de los sectores más conservadores de la ciudadanía.

 

Y por último, habría que añadir un juego retórico que ha venido implementando La Nación en los últimos años: el gusto creciente del costarricense promedio hacia los gobiernos autoritarios. Este argumento se ha añadido, evidentemente, a una manipulación discursiva con embalaje fascista, que ha caracterizado a ese medio por décadas. Si a esto se le agrega una creciente represión y criminalización de la protesta social, las puertas hacia el abismo están abiertas. [2] Se trata pues, de una concatenación de hechos y situaciones que ponen en evidencia el temor creciente del poder económico costarricense ante la posibilidad de ver regulados sus privilegios.

 

Mas sobre esto último ha de dejarse algo en claro: el discurso oficial y reaccionario gira en torno a la figura del Frente Amplio y de José María Villalta como rostros visibles del comunismo en Costa Rica. Esto, como se dijo en otra oportunidad [3], se halla totalmente fuera de todo juicio racional. Sin embargo, la derecha neoliberal, cuasifascista y conservadora sí se cree esta desdeñosa patraña. Sus miedos creados los reflejan en la sociedad que todavía puede ser manipulable, haciendo que nazcan los mitos fundacionales ya discutidos. El poder económico requiere consolidarse políticamente para sostenerse en el tiempo sin importar el costo, incluso teniendo en cuenta que un gobierno del Frente Amplio jamás se ha planteado destruir la clase alta costarricense. Relacionar a Villalta con Hugo Chávez o Fidel Castro es totalmente absurdo y sólo refleja la más profunda ignorancia. Son realidades totalmente distintas con procesos igualmente disímiles entre sí y con la vivencia histórica partidista-política nacional.

 

Esto que se ha relatado es sólo una posibilidad frente a muchas otras. Puede ser que ocurra un fraude, el cual es muy probable teniendo en cuenta las maniobras que está haciendo el Tribunal Supremo de Elecciones. También cabe la posibilidad que no dejen a José María Villalta –en caso de ganar– asumir su gobierno por vías institucionales o bien, como se dijo, por medio de la violencia. Otro escenario es la segunda vuelta electoral donde la derecha se comprimiría como un bloque unificado. Por lo tanto cabe la pregunta: ¿Harán lo mismo los partidos de izquierda o el movimiento social en general? O, finalmente, podría ocurrir una victoria del Frente Amplio y la “democracia” costarricense lo aceptaría sin mayores repercusiones.

 

Con este último escenario nacen más dudas que en su momento se irán planteando. Sin embargo, la cuestión fundamental que rebasa a todas las demás es: ¿Está el Frente Amplio preparado para un fenómeno como el descrito en las líneas precedentes? ¿Se encuentra la ciudadanía del país más democrático y pacífico del mundo cuestionándose un posible golpe de Estado técnico o violento? ¿Cuál es la posición de los partidos y organizaciones sociales de la izquierda frente a un oscuro panorama como este?

 

Quizás nadie se lo ha planteado, quizás sí. El ambiente de mentiras, terrorismo mediático, campaña sucia, (re) memorándums del miedo, complicidad del poder político-económico con el Tribunal Supremo de Elecciones, hilos que se mueven desde el sector dominante, grupos fascistas armados merodeando las montañas y un silencio omiso del deslucido gobierno actual, deja más que abierta la interpretación para un ambiente de desestabilidad en el país. No son teorías de conspiración, la historia de América Latina está teñida por los golpes de Estado.

 

Notas

 

[1] Solano, José (2013). Un silbido de miedo entre las montañas. Hablemos de miedo. En: http://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/un-silbido-de-miedo-entre-las-monta%C3%B1as-paramilitarismo-en-costa-rica/

 

[2] Solano, José (2013). Una visión general sobre la represión en Costa Rica. En: http://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/una-vision-general-sobre-la-represion-en-costa-rica/

 

[3] Solano, José (2013). El fantasma de la izquierda en Costa Rica. En: http://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/el-fantasma-de-la-izquierda-en-costa-rica/

CONTÁCTENOS

equipocritica@gmail.com

PUBLIQUE EN EquipoCritica.org

redaccion.equipocritica@gmail.com