Colegios técnicos y académicos: una solución práctica a la educación estatal

José Solano Solano

18 de Octubre de 2015

Parece ridículo que quien escribe le plantee al Estado de Costa Rica una solución práctica a un problema creciente en la educación nacional. Es ridículo porque quien escribe desprecia estas injerencias nefastas del Estado en un asunto tan medular como lo es la educación de niños, jóvenes y adultos mientras se les forma como buenos consumidores y como aborregados obreros industriales o vendedores de servicios que se especializan en muchos idiomas y colaboran en hacer más consumistas a los que les rodean. Pero la realidad es la realidad y por más que se quisiera una educación libre, igualitaria y humanista, racional y científica, laica, antiestatista y totalmente pública (en el sentido amplio de la palabra), lo cierto es que lo mínimo que pueden hacer las audaces cabezas que gobiernan el Estado, es no terminar de arruinar vidas como lo están haciendo y como pretenden hacer a futuro.

 

No es asunto de invertir más

 

Antes de entrar en detalle, es importante analizar la situación tal cual. Desde la expansión de la educación secundaria durante la época de Uladislao Gámez, lo cierto es que las tendencias de mejoramiento de la educación se vieron relativamente mejoradas, al menos si se entiende esto desde los años cursados en el sistema, los cuales evidentemente aumentaron. Sin embargo, no quiere decir que la calidad creciera en la misma proporción a la cantidad, esto porque, como bien explica Iván Illich, mayor inversión no significa mejor educación.

 

Por más aunados esfuerzos que se hagan por aumentar la inversión en educación o al menos alcanzar la cuota constitucional del 8% del PIB, lo cierto es que no va a cambiar la situación de crisis educacional. Verdad es que la inversión en educación ha venido en aumento en los últimos años, a pesar de no haber alcanzado la meta. Mas puede notarse que el efecto de mayor inversión no ha implicado la consecuente mayor calidad sino todo lo contrario. Hay un problema de fondo que involucra a todos los actores del sistema actual: administración, educadores, estudiantes, Estado, familias, comunidades.

 

En resumen, se puede decir que los problemas administrativos se centran en los destinos de los propios dineros, sea que se cuente con personas honestas o no, tanto en las juntas como en las propias direcciones institucionales. Estos dineros tienen que gastarse y muchas veces se hace en cosas innecesarias, mucho menos en los estudiantes. En los educadores se haya el problema de la formación recibida. No solo es un asunto de vocación, también de un paquete mínimo de estrategias cognitivas que le hagan situarse en su propia situación existencial para afrontar los problemas sociales de su entorno y esto se entiende tanto en sus prácticas didácticas y curriculares como en su capacidad de transformación social. Si no cumple con la primera difícilmente lo hará con la segunda y, por tanto, se imbuirá en un círculo vicioso del cual jamás saldrá.

 

El problema de los estudiantes se ubica en su propia realidad socioeconómica y cultural. Al final terminan siendo la víctima en todos los sentidos: pobreza provocada por el Estado y el sistema económico en general, asesinato de su posibilismo creativo en la escuela, nulas oportunidades de crecimiento integral, lo cual incluye un trabajo digno. Y es precisamente el Estado el mayor culpable: crea programas, receta currículos, prestablece normas morales, evaluativas y cívicas que deben regir la vida de esas personas suponiendo que es lo que esas personas necesitan, mientras el dinero sigue siendo malgastado pues no llega a quienes lo necesitan y está siendo utilizado solo para suplir la burocracia o bien, para articular mejor el sistema económico capitalista.

 

Las familias y las comunidades están en el mismo juego: arrastran y perpetúan todos los valores sistémicos que emanan del mercado y del gobierno, a la vez que se convierten en víctimas y consortes de este estado de cosas. Todo esto hace que no se puedan plantear siquiera nuevas necesidades para transformar las decadentes manifestaciones del mundo actual y que les afectan directamente. Pero sobre estos agentes la situación se vuelve más compleja, por tanto lo mejor será enfocar los problemas donde nacen: la escuela.

 

Volviendo al punto inicial, invertir más solo dará como resultado mayor desigualdad. Lo mejor sería enfocar los costos hacia ejes medulares, tal es el caso de la gran cantidad de asesinos seriales que abundan en las aulas: los docentes. Estos criminales, al menos en su mayoría en Costa Rica, gozan de la tortura y la muerte creativa de sus estudiantes, siguen aplicando métodos tradicionales, se siguen concibiendo como la autoridad suprema e incuestionable, el líder mesiánico que habrá de llevar a las ignorantes mentes hacia la luz de un reino celeste. Habrá, pues, que deformar a esos docentes y lo primero que se debe hacer es cerrar la posibilidad de que esa gran cantidad de antros de perdición llamadas “universidades” privadas, continúen graduando personas con títulos para matar ilusiones. La educación no se le puede dejar a cualquiera y es, quizás, Finlandia, quien da el ejemplo en esto.

 

Invertir más no soluciona el problema de crisis, por ello debe focalizarse con un gasto menor, esto lo han hecho Finlandia o la misma Cuba. Mayor inversión solo genera mayor desigualdad puesto que el dinero no se está destinando hacia donde se debe: becas mal distribuidas, asignación de fondos para programas deficientes o ineficaces, fondos destinados a la burocracia, entre otras. Lo ideal sería, por tanto, quitar al Estado y a la empresa privada el control de la educación –que en última instancia es el control social–, y permitir que esta se desarrolle por medio de un acuerdo libre entre los principales agentes involucrados: educadores, estudiantes y familia-comunidad. El papel del Estado sería simplemente de proveedor (pensado así en una sociedad de Estado, es decir ideal, por cuanto el Estado jamás permitiría tal cosa, y mucho menos el mercado).

 

¿Y por qué aumenta la desigualdad con mayor inversión? Sencillo, en el caso de la modalidad privada, es evidente que esta se configura pensando en abrir un mayor abanico de oportunidades socioeconómicas (e incluso políticas) para sus estudiantes, con “bajos costos de producción” y con altas tasas de rentabilidad. Por otro lado, la modalidad estatal filtra a los estudiantes con capacidades más adelantadas y separa a los que no son funcionales al mercado. Y sin embargo, esto genera otro sustancial problema de desigualdad y es a dónde se están dirigiendo estas personas con capacidades avanzadas. Esto es lo medular del presente estudio y se tratará más adelante.

 

Más pauperismo y menos educación

 

Lo anterior destaca algo trascendental: todo lo que se ha hecho en materia de educación pública, no ha logrado las metas ideales configuradas hace un siglo en la política liberal, mucho menos funcionó de la misma forma en el periodo del Estado de Bienestar. La situación se agrava en la actualidad desde el Ajuste Estructural (por más que los ilusos liberales crean lo contrario). Como se dijo, la inversión en educación ha venido en aumento, pero estos fondos han sido mal dirigidos y lo que más preocupa es hacia dónde. El alto costo de la educación tiene una sola meta: la formación para el mercado y la globalización.

 

Atrás quedaron los grandes teoremas filosóficos sobre la función de la pedagogía, sobre el fundamento epistemológico, ontológico y axiológico. Ahora lo que interesa es solo el espíritu práctico que tiene la educación para el sistema, un mero positivismo redentor. Como se dijo, el Estado genera los filtros necesarios, desecha lo inservible (lo pauperiza porque así lo necesita) y extrae lo más funcional para, supuestamente, continuar con las tasas de crecimiento económico porque, se dice, es lo que necesita la gente. Nuevamente, el Estado –amancebado con el Capital–, dicta lo que conviene a la población basado en lo que prestablece la ley mercantil. No hay espacio para las verdaderas necesidades de los niños, jóvenes y adultos, o al menos lo que podría entenderse como tal: humanismo, valores como la solidaridad, la libertad y la igualdad, desarrollo de las potencialidades individuales, dignidad y, en último caso, posibilidades de tener un trabajo que le haga suplir sus necesidades más allá de las mínimas.

 

El sistema educativo actual necesita crear una gran masa ignorante de personas que sea fácilmente sometida a las pretensiones del capitalismo. Sobra recordar que el Estado es, en última instancia, el principal instrumento que mantiene, legitima y hace perdurable ese orden económico, por esta razón es que los liberales en su versión más actual y radical no se plantean el fin del Estado, tan solo lo quieren pequeño, pero Estado al final de cuentas. Para estos personajes es necesario que siga existiendo la educación pública tal y como se presenta hoy día o bien, en su defecto, puede ser privatizada sin que la esencia de control se pierda.

 

De lo obvio a la práctico. Poniendo en contexto la solución

 

Entendido todo lo anterior, realmente la solución que se plantea no es práctica sino obvia, además es una idea que beneficia al Estado y a la mayoría que piensa que la solución de todo se encuentra en el sistema público como se conoce. Beneficia al Estado a nivel internacional y en última instancia a la misma empresa privada que tenga un mínimo de coherencia “patriótica” y económica sostenible, de valor agregado y de éxito a largo plazo. Además, beneficiaría a la educación pública y no sería nada mal vista por aquellos que se autodenominan progresistas.

 

Actualmente, el sistema educativo público se presenta en dos modalidades fundamentales: académica y técnica. Esta última ha tenido un crecimiento hiperbólico en lo que va de esta década. Antaño, solo unos cuantos colegios técnicos profesionales y vocacionales existían, con un prestigio ampliamente reconocido por las oportunidades laborales que presentaban, así como la calidad pedagógica que representaban, tal es el caso del COVAO. El acceso a estos era limitado. Otros aspiraban a la educación superior (las privadas empezaron a tener una participación importante también en las últimas tres décadas) y otros, la mayoría, quedaba rezagados y obstaculizados por el bachillerato de secundaria.

 

En los últimos cinco años, el crecimiento de los colegios técnicos profesionales ha sido explosivo. Esto responde a la necesidad del mercado para captar personal cualificado en las artes industriales. Al ir en aumento la población estudiantil técnica, por tanto la mano de obra, esta empieza a abaratarse, ya que la demanda sobrepasa la oferta, tal es el caso de los contadores. En suma, lo que el mercado está consiguiendo es una mano de obra barata pero bien preparada. Esto es así porque la inversión en educación técnica supera la académica (nótese nuevamente la relación mayor inversión y desigualdad). Incluso la misma empresa privada mete su cuchara con donaciones, incentivos, subsidios o aportes.

 

La académica es la que tiene más posibilidades de profesionalizarse pues, tras finalizar la educación diversificada, la opción principal es la universidad. Hoy en día ocurre algo diferente. Quienes logran terminar sus estudios académicos, al no encontrar posibilidades de ingresar a la universidad pública y al no poder pagar la universidad privada, prefieren continuar sus estudios en una carrera técnica. Otros se trasladan al finalizar el tercer ciclo. De los que lograron insertarse en la modalidad técnica, solo algunos continuarán sus estudios universitarios. Todo lo anterior implica que Costa Rica es una enorme maquila y su sistema educativo una gran fábrica de obreros. El número de los técnicos que se profesionalizan termina siendo igual de mínimo que el número de bachilleres académicos que ingresan a la universidad.

 

Como puede notarse, el sistema mantiene su naturaleza desigual. Colegios académicos y técnicos difieren entre sí por los recursos y por el capital humano que ahí se encuentra, como en todo, mal distribuido. Hay un desperdicio de estudiantes con capacidades avanzadas y con mayores posibilidades de crecimiento personal, mientras se pauperiza a los que tienen menos capacidades pues se les coarta toda oportunidad de mejorar su condición socioeconómica. Estos últimos, aunque son necesarios para el sistema económico, terminan siendo la contradicción que luego será reprimida por sus condiciones sociales patológicas.

 

¿Y la solución es?

 

La solución sería “voltear la tortilla”. Los colegios técnicos, hoy por hoy, filtran por medio de pruebas el ingreso de los estudiantes, haciendo que solo una selecta membresía forme parte de estas instituciones. Además, desde los mismos colegios académicos (algo así como escupir para arriba) motivan a sus mejores estudiantes para hacer su traslado a los técnicos. Esto es absurdo. Así las cosas, el país está entregando las mentes más brillantes a un estancamiento social, intelectual y cultural al convertirlos en técnicos primero, y en mano de obra barata y con bajas aspiraciones después.

 

Lo correcto sería, por tanto, que los colegios académicos filtren su ingreso para aquellos que tienen capacidades más avanzadas (similar al caso finlandés), con el fin de profesionalizarlos. En el caso de los colegios técnicos, habría que recobrar su naturaleza original: constituirlos como trampolín para aquellos jóvenes y adultos que tienen mayores dificultades para seguir avanzando en sus estudios, pero cuyo aprendizaje manual, artesanal y práctico es mucho más cercano. Esto, si bien no es la panacea, al menos disminuiría la crisis actual del sistema, el cual se dirige a un abismo alcahueta, en cuyo fondo está la empresa privada y el capitalismo en general.

 

Es ilógico seguir permitiendo un sistema educativo regresivo. Se invierte mucho (y se pretende más), sin que se evalúe realmente la efectividad de esto, mientras que la evidencia solo demuestra que provoca un efecto nocivo. Sin embargo, lo planteado no pretende convertirse en un nuevo sustento de la desigualdad. Todo lo contrario, pretende revertir lo absurdo para reencausar nuevamente la lucha por la igualdad. Es obvio también que lo propuesto no será del agrado de la clase empresarial que, más bien, necesita personas con nula capacidad de defenderse. El Estado, por más que se jacte constitucionalmente de lo contrario, tampoco necesita más personas en la universidad, sino en la línea de producción fabril.

 

Lo que no puede concebirse, es que los jóvenes con mayores posibilidades de crecimiento personal se vayan a un carajo en los colegios técnicos y que, aquellos con menores posibilidades, terminen en la miseria porque ni siquiera lograron terminar sus estudios. Lo ideal sería, nuevamente, quitar al Estado y a la empresa privada el control de la educación. Sin embargo, lo mínimo que puede hacerse es revisar las políticas de los gobiernos bananeros costarricenses en materia educativa, llevar más posibilidades a la población de acceso a la producción cultural y al disfrute de la misma, brindar herramientas básicas de sobrevivencia en este sistema injusto y desigual. La tarea última será ir construyendo una sociedad más libre de toda injerencia, un lugar donde los actores de la educación simplemente se asocien para enseñar-aprender y aprender-enseñar.

 

¿Será todo lo planteado más absurdo que el propio sistema tal cual? Ahí va la bolita.

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