Si lo que se está buscando es crear un cambio, es necesario cambiar el sistema educativo. No hay otro método. Ya sea que este cambio (si es que podría ser un cambio) venga desde la democracia liberal burguesa, con su política representativa y todas esas estafas institucionalizadas; o bien si se plantea desde la acción revolucionaria participativa, directa, desde abajo y horizontal. Solo entonces se podrá establecer un mundo nuevo, un país alternativo, una sociedad diferente.
Una educación radical debe romper las cadenas del poder, para ello, concientizar y generar personas críticas es fundamental. Una pedagogía de cambio debe centrarse en puntos neurálgicos:
Sin embargo, estos ejes se deberán ir construyendo en dos momentos históricos: durante el proceso de transformación y posterior a este como medida de perpetuar la sociedad nueva. Por ahora, el educador comprometido, consciente, crítico, revolucionario y antisistémico, deberá ir calando desde ya en los oídos receptivos de los niños, jóvenes y adultos que están en proceso de formación. Educar en los valores de la rebeldía y la libertad y en la constancia de la capacidad crítica para construir, cada día que pase, una sociedad más evolucionada.
Un proyecto país que no se plantee una educación de cambio está destinado a morir. El modelo de sistema actual es retrógrado, embrutecedor, enajenante, rígido y autoritario. Es necesario transformarlo por una educación abierta, inclusiva, evolucionista, en constante búsqueda de la libertad, solidaria, verdaderamente democrática, radical.
Esta educación no puede moldear personas, debe dar las herramientas para su recreación constante desde y para la libertad. Se debe romper con todos los esquemas actuales, desde las estructuras de poder hasta las relaciones cotidianas en el quehacer escolar. Por lo tanto, se trata de crear una educación enfocada hacia la praxis política revolucionaria, contextualizada, cuyo punto de partida será la recreación del mundo, el diálogo, la palabra hecha acción por el cambio.
Ya no más las relaciones jerarquizadas en los circuitos educativos y unidades regionales, en los consejos de profesores o en la vida institucional. La creación de asambleas participativas y grupos de trabajo generadores de propuestas para solucionar los problemas de la educación local como pieza clave de la transformación nacional. Es necesario construir espacios de diálogo y consenso, más que de imposiciones autoritarias y arbitrarias.
Igualmente deberá ocurrir en las aulas o fuera de ellas, ahí donde la praxis educativa revolucionaria se lleve a cabo. No más docente – estudiante, sino seres humanos en un constante aprender – enseñar, crear y recrear, un transformar continuo de la realidad que se vive. Un espacio de libertad que da prioridad a la flexibilidad en los contenidos, construidos por los sujetos de cambio. Métodos que primen la participación y el diálogo, el enfrentamiento de ideas y el estremecimiento de la realidad para transformarla radicalmente. Libertad basada en los valores solidarios.
Sea cual sea el modelo que se le presente a la sociedad costarricense futura, deberá prever la educación como el eje más fundamental de todos. Pues no solo se trata de romper con el sistema neoliberal per se, sino de romper con los esquemas de pensamiento que han sido implantados para aspirar a una sociedad más humana, más consciente y más libre. Lo ideal, en última instancia, será el establecimiento de una democracia participativa, en constante búsqueda de la libertad, dialógica, rebelde, transformadora. Si la educación actual se perpetúa, las estructuras política y económica no caerán, pues los cimientos culturales que la sostienen son fuertes. Si no hay transformación en las costumbres, en los hilos cognitivos, en los ligámenes del pensamiento que siguen atando y esclavizando al ser humano a este mundo asesino y egoísta, si no se cambian las percepciones del mundo desde los ojos del capitalismo, la sociedad actual y futura se encaminará hacia su propia autodestrucción y hacia su desmoralización humana.