Educación y Conscientización. El Camino hacia la Cultura Crítica

José Solano Solano

31 de Julio de 2012

Educación y concientización crítica son dos ejes que han permanecido por mucho tiempo olvidados dentro del sistema educativo costarricense. Salvo casos excepcionalmente prodigiosos en figuras docentes como Omar Dengo y Carmen Lyra, donde el análisis reflexivo de la realidad nacional era latente y llevado a la práctica como un fundamento inherente del quehacer educativo y social, no cabe duda que hay vacíos enormes que motivan a pensar hacia donde se encaminan estos procesos.

 

Lo más importante para analizar en este momento es para quien trabaja la educación. Esta, no cabe duda, gira en torno al mantenimiento del poder político confabulado con sectores económicos interesados en el embrutecimiento social y la mano de obra barata. Esto requiere, por tanto, llevar a un proceso de concientización sobre esta realidad que, desde el poder opresor, se plantea como natural, como un hecho irrenunciable, donde la situación dialéctica de ricos y pobres debe ser la única premisa social existente.

 

Sin embargo, los cambios que se pueden generar desde la educación no son los cambios a nivel nacional, o al menos no en un primer momento, ya que para concientizar la revolución social, el cambio verdadero, primero se debe concientizar la realidad inmediata, no es posible, desde la educación, plantear un mundo diferente si no se inicia el proceso de transformación desde el contexto que rige a las comunidades.

 

Así mismo, el cambio no proviene del poder, esto es imposible por cuanto este persigue el interés de un pequeño sector y no el de las mayorías. El cambio se da desde las bases, en una dirección ascendente. Solo el pueblo conoce sus necesidades e intereses, cuestiones completamente alejadas de la situación opresora donde el que domina cree tener la verdad, la cual está vedada a los dominados, quienes solo tienen acceso a la verdad opresora. Por ende, no se trata de decir la palabra del pueblo como verdad conocida y única viable, sino de, como lo plantea el Maestro Freire, aprender a decir su palabra, aprender lo que el pueblo quiere decir y que se le ha acallado por tanto tiempo.

 

La Revolución, que es palabra desde abajo, no es dada por el poder, la lleva a cabo el pueblo que vive en opresión. La educación, que debe ser Revolución, no la lleva el educador, sino los educandos, conscientes de su realidad, los que, en comunión dialógica, comunicativa y horizontal con el educador, transforman su contexto sociohistórico para un futuro mejor. El papel del educador es, pues, inquietar a los educandos, confrontarlos con su realidad sociopolítica y económica, sembrar la semilla que ellos harán fecundar en un proceso liberador pleno.

 

Por lo tanto, la concientización de la realidad inmediata debe ser la base del cambio social. Esta realidad que envuelve a los niños y jóvenes, adultos también, es la que genera la modificación de los patrones opresores por los verdaderamente liberadores. La pantomima de libertad, la actual, de origen burgués, se transforma en libertad verdadera, ahora popular.

 

Concientizar el entorno inmediato sugiere que educador y educando visualicen las necesidades que le rodean, la problemática institucional, comunal y local. Estos problemas se vislumbran en el salón de clases a través del proceso pensar – criticar – actuar. El pensar la realidad es mirarla tal cual es, no opacándola como hace el poder político y económico, como desea mostrarlo a la sociedad para mantenerlos embrutecidos, expectantes y desesperanzados. Pensarla para transformarla directamente, reconociendo que la libertad si existe pero que ha sido vedada. El criticar es problematizar la existencia, el contexto de las comunidades, significa reconocer la dialecticidad del mundo y cuestionarlo, es tomar las herramientas opresoras como la educación para convertirlas en espacios de discusión, análisis y reflexión abierta.

Y actuar es transformar. Es la praxis revolucionaria de este mundo en crisis. Es la actividad consciente y potenciadora del cambio en la vida política y social, la cual generará las transformaciones tan necesarias en nuestra sociedad. El actuar llevará a los educandos a un proceso desalienante definitivo para alcanzar la libertad verdadera, libre de cualquier cadena y síntoma inicuo de subyugación.

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