El agua a pico de botella

José Solano Solano

30 de Setiembre de 2014

La privatización de la tierra trajo, durante más de diez mil años, el privilegio de una clase sobre otra. Es el privilegio material de tener y su manifestación intangible del control. Control, sin embargo, limitado por las condiciones objetivas y subjetivas del momento histórico y del sujeto que hace, y es en, ese momento espacio-temporal.

 

Controlar la tierra y controlar el fuego, como lo podrá deducir el agudo lector, permitió la acumulación de unos sobre otros, permitió la tenencia frente a la necesidad [1]. Entre tanto, de los cuatro elementos, el agua y el aire son los únicos realmente necesarios para la vida. Puede prescindirse hasta cierto punto, y en mayor o menor medida, del fuego y la tierra, mas el agua y el aire corresponden a necesidades puramente fisiológicas, sin las cuales el cuerpo no podría sobrevivir.

 

En el caso del agua, al manifestarse tangiblemente, sumado a una expresa cualidad en dos sentidos: la necesidad fisiológica per se y la tenencia del recurso (sea por cuestión de acceso, sea por calidad; aunque de esta segunda puede prescindirse incluso), ha traído como consecuencia el interés de apropiarse de este bien sometiéndolo a la ley de la oferta y la demanda.

 

Desde el plano histórico, el agua se vio como una necesidad inherente a la vida y su acceso determinaba la reproducción de la fuerza de trabajo. Además, durante siglos se consideró como un bien inagotable. Esto explica las razones por las cuales nunca se intentó privatizar. Todo lo contrario, era considerado un bien de carácter “público” (en el sentido amplio de la palabra), en tanto lo suministraba el Estado o bien se obtenía de forma libre y colectiva.

 

Anterior a la llegada de la agricultura, el acceso al agua era algo más limitado. Se trataba de fuentes expuestas, tales como ríos o brotes de manantiales. Por esta razón, sumado a la escases de alimentos, la migración tras la lluvia (misma ruta que seguían los animales), era la práctica común. Se dependía, por tanto, de condiciones meramente climáticas. Mientras tanto, con el advenimiento de la agricultura y el desarrollo de la técnica, la necesidad de acceder al agua para el riego de los cultivos y el proceso de sedentarización mismo, conllevó la posibilidad de canalizar las aguas hacia los centros de población. Esta tarea fue un trabajo en equipo ante una necesidad común, coordinada, principalmente, por las estructuras de poder. Aun así, lo que se nota es un interés común en el acceso al agua para el consumo y la producción, pues se trata de un beneficio colectivo incluso en la ya evidente diferenciación social de aquellos que detentan el poder político-religioso y socioeconómico frente a los que constituyen la fuerza de trabajo.

 

En los albores de esta llamada “civilización”, el interés de apropiación se centra exclusivamente en el fuego y la tierra, necesario para ir logrando el control psicológico y material sobre la población, a la vez que permite ir acumulando riqueza a través de la explotación de la colectividad. Lo anterior quiere decir que durante siglos no hubo interés en apropiarse del agua de la misma forma que la tierra, por ejemplo. Por otro lado, como se analizó previamente [2], el fuego logró consolidar una estructura de dominación basada en el miedo que posibilitó a su vez la dominación material al ir excluyendo, poco a poco, al resto de las personas del fruto de la tierra. [3]

 

Este ha sido un proceso histórico lento pero sistemático que culminó con la institucionalidad de la propiedad a través de la ley (aunque existen antecedentes bastante antiguos como pudo demostrarse). Lo cierto es que, con la era actual, la apropiación de la tierra está prácticamente consolidada y, por lo tanto, el desarrollo económico hoy depende casi que exclusivamente de la innovación tecnológica para aumentar la productividad. Sin embargo, la tierra en sí no genera una estabilidad política a los detentadores del poder, más bien ha sido la propiedad en todas sus manifestaciones y consecuencias la que ha traído desequilibrios en las luchas internas del sistema económico entre los actores sociales en pugna.

 

En el caso del agua, su acceso se constriñe a medida que aumenta la población, sea porque escasea o por contaminación. A la vez que aumenta la necesidad, por ende la pobreza, aquellos que tienen el acceso al recurso lo van limitando más por negocios o por acaparamiento. Esto ha hecho que el control del agua se reduzca básicamente a dos actores económicos: el Estado y la empresa privada. Se podría decir que todos los intentos -y éxitos- de la apropiación privada del agua están, según se dijo, directamente relacionados con el aumento de la población y su consecuente capacidad de acceso. A su vez, este último elemento está determinado por dos factores: la calidad y la cantidad. Así pues, a mayor población, menor capacidad existe de acceder a ella y si la fuente está contaminada disminuye más todavía.

 

También está presente el papel histórico, es decir, la forma productiva y de consumo establecida socialmente, la cual determinará en gran medida la calidad y cantidad del bien. Con la Revolución Industrial, la necesidad de acceso al agua potable creció abrumadoramente, no solo por el aumento de la productividad y el de la población, sino como recurso de uso en la industria. Aun así, desde el liberalismo clásico, no se planteaba la idea de apropiarse de un bien vital como el agua, sino que se dejó en manos del Estado su administración con el fin de proveerlo a la población y a la empresa. Sin embargo, conforme la presión sobre el recurso fue en aumento, determinado por el ritmo de crecimiento industrial (especialmente tecnológico) y poblacional (sobre todo después de 1950), la radicalización de las ideas liberales a favor del libre mercado vio en la ley de la oferta y la demanda una posibilidad para apropiarse del recurso hídrico, esto es hoy una realidad incluso desde las organizaciones internacionales que dicen protegerlo. [4]

 

Ahora bien, la apropiación del agua por parte de particulares conlleva la necesidad. Pero es la necesidad de esa enorme población mundial que no tiene acceso al recurso agotable. Los procesos industriales han hecho del agua un bien muy preciado desde que se han venido contaminando las fuentes potables, poniendo en peligro la vida de millones de personas en el mundo. [5]

 

El control que ejerce el agua es mucho más fuerte que el de la tierra o el fuego, pues no se basa en miedos sino en realidades, no se constriñe al acceso de los alimentos, sino al mantenimiento de la vida. En regiones como el África, donde la situación es caótica producto de las prácticas imperialistas y el saqueo sistemático de los recursos, es todavía peor. El agua está vedada a millones, pero su efecto a veces pareciera doble y grotesco: por un lado, el mantenimiento de una mano de obra sumamente barata; por otro lado, la eutanasia demográfica.

 

Sea como sea, embotellar el agua hoy en día es un excelente negocio cuando la industrialización sigue su camino avasalladoramente destructivo. Pareciera un círculo vicioso, y así es, pero meticulosamente planificado: a mayor presión sobre los recursos naturales, más su escases; a mayor escases, más necesidad. A mayor necesidad, más fácil el control alienante. Esta es la razón última: controlar las grandes masas poblacionales a través del hambre y la sed, ningunearlas a tal punto que vean la necesidad de someterse cada vez más al régimen de explotación. Desarraigarlas, alienarlas, aplastarlas definitivamente y así evitar los conatos de justicia. Esa es la meta del control del agua… y del aire.

 

Notas

 

[1] Solano, J. 2014. Necesidad y tenencia. La deshumanización de la existencia. Consultado en: http://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/necesidad-y-tenencia-la-deshumanizacion-de-la-existencia/

[2] Solano, J. 2014. Cuando hicieron suyo el fuego. Consultado en: http://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/cuando-hicieron-suyo-el-fuego/

[3] Solano, J. 2014. La exclusividad y privilegio de la tierra. Consultado en: http://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/la-exclusividad-y-privilegio-de-la-tierra/

[4] Véase el Principio 4 de la GWP, ente auspiciado por el Banco Mundial. Consultado en: http://www.gwp.org/GWP-Sud-America/PRINCIPALES-DESAFIOS/Que-es-la-GIRH/Principios-de-la-GIRH/

[5] UNICEF/T21. 2014. Más de 750 millones de personas sin acceso al agua potable en el mundo. Consultado en: http://www.tendencias21.net/Mas-de-750-millones-de-personas-sin-acceso-al-agua-potable-en-el-mundo_a32133.html

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