El camino hacia la Coalición 2014. Una opinión muy personal

Lo que aquí escribo forma parte de un conjunto de ideas que he venido esbozando y que terminaron de afianzarse el pasado sábado dos de febrero de este año 2013, se trata del camino a seguir hacia el proceso electoral venidero. Lo que a continuación desarrollo forma parte de una perspectiva más que todo idealista pero que no busca alejarse de lo que un sector de la población puede estar pensando. Esto no es la receta ni mucho menos el ideal a seguir porque, al final de cuentas, es un ideal.

Haber participado de este encuentro que algunos sectores de la sociedad están tratando de organizar es un esfuerzo loable. Con defectos y virtudes, los ejes programáticos buscan encausar una diversidad de líneas de pensamiento que, en mayor o menor medida, ansían lo mismo: un cambio político, se podría decir que económico y quizás, en el fondo, también sociocultural.

¿Cuánto se debe ceder? Eso es lo que embarga los pensamientos de muchos. Realizar una coalición implica consensos, bien lo dijeran algunos asistentes. Evidentemente, a diferencia de lo que pensaban otros de los presentes, como el politólogo Jaime Ordoñez, no se puede pensar en una inclusión de los partidos de derecha porque, aunque parece obvio, los intereses son totalmente disímiles. Muchos dirán que no, pero las pruebas se asientan en el medio y no en el fin. Pero ya en serio: ¡Qué iluso es pensar que pensamientos y métodos de izquierda y derecha pueden sentarse en la misma mesa a negociar! Los casos han existido, sí, pero bajo circunstancias muy diferentes a las que hoy se viven en el contexto nacional. Y, al final de cuentas, siempre termina siendo lo mismo, un sometimiento de los sectores oprimidos por parte de los partidos liberales burgueses.

Muchos, para una coalición de esta índole, tendrán que ceder, especialmente los sectores sociales de izquierda, sus partidos, los más doctrinarios y cerrados desde el punto de vista teórico-metodológico. Parece ser que el contexto histórico que atraviesa el país pone en jaque a los partidos revolucionarios: o se sigue el camino solitario o se busca una coalición que aglutine, por consenso, algunos de los puntos de convergencia programática. Es una decisión difícil, pero se debe ser muy sincero, las condiciones materiales históricas no están, en estos momentos, para realizar procesos radicales, especialmente en un país donde esa palabra está tan demonizada. Mas que quede claro, ciertos sectores no lo descartamos como una vía posible para las grandes transformaciones sociales, sea cual sea, la definida por el pueblo, no por liderazgos vacíos que se creen propietarios de la palabra.

¿Qué es entonces este programa de coalición? Un paquete reformista que busca recoger los sobros del destruido Estado Social de Derecho costarricense: rescatar las emblemáticas instituciones, intervenir la economía con reformas impositivas más saludables, recuperar la banca de desarrollo, entre otros elementos de la socialdemocracia, todo esto bajo el esquema democrático liberal de tipo burgués. Así que no deberían existir confusiones sobre lo que se pretende: no hay cambios profundos, totales, ni transformaciones radicales, es solo el paliativo a la enfermedad, pero no la cura.

La Costa Rica tan urgida por el pueblo solo podrá ser tomada en las calles, desde ahí deberá montarse el proceso verdaderamente revolucionario. Por ahora, los buenos sentimientos se quedan en una coalición que bienvenida sea por ahora, mas se necesitan formas democráticas avanzadas para hacer un país inclusivo: participación directa en la toma de decisiones, creación de asambleas populares locales, cambios profundos en las grandes estructuras, pero sobre todo esto, una transformación cultural, esa es la tarea prioritaria. No se puede seguir creyendo en este sistema electoral burgués, es totalmente insostenible, solo se encarga de perpetuar las relaciones de desigualdad en todos los ámbitos de la vida.

Para finalizar, solo queda argumenta que lo anterior fue una pequeña catarsis, un breve reflejo de una realidad cada vez más desmenuzada en el análisis y la reflexión crítica, desde la vaga perspectiva de un pedagogo que se considera un soñador, pero que sabe que la lucha, especialmente en este país, debe tomar medidas más radicales, más profundas, que den un giro a las consciencias de la colectividad. Este lado del pueblo es el invisibilizado, a veces negado, por el mismo movimiento social, desde ahí ya se está fallando. Para bien o para mal de algunos, esa Costa Rica revolucionaria existe, está en el alma de la confrontación directa que se atreve a pararse en pie contra el sistema excluyente, asesino y desigual. Punto.