El Negro en Argentina. Su Situación desde la Conquista hasta Principios del Siglo XX

José Solano Solano

25 de Noviembre de 2009

Introducción

 

Como parte de los procesos liberales de construcción de las nacionalidades latinoamericanas a finales del siglo XIX, seguido por la consolidación de dicho modelo de una tierra “blanca, pura y civilizada”, es que las jóvenes naciones de América Latina crean un imaginario de lo que debía ser el orden natural de estas sociedades.

               

 Argentina no escaparía a este proceso que, ante todo, era selectivo y excluyente, donde figuras como el negro y el indígena quedaron completamente al margen de los procesos de construcción nacional y de desarrollo socioeconómico y político. En los modelos posteriores e incluso hoy, se mantiene una identidad forjada en una Argentina blanca y eurodescendiente.

 

Por lo tanto, la blanquedad argentina no es más que una cubierta ante los procesos de mestizaje cultural a lo largo de la época de colonización hasta nuestros días, donde no sólo el negro es eliminado del panorama social, sino que se obvia cualquier otra mezcla cultural que ponga en peligro esa construcción de la blancura del pueblo argentino.

               

 En este proceso de construcción social con respecto al negro, es que se ciñe la propuesta nacional argentina, donde “el “hacer” culturas nacionales es una instancia especifica de un fenómeno general, la naturalización de la arbitrariedad.”[1]

               

Contextualizando al negro en Argentina

 

El Negro en la Colonia

               

 El esclavismo como institución socioeconómica era ya una práctica conocida en Europa durante los siglos XV y XVI, a pesar de que ha variado en sus características y composición, su desarrollo pasó de ir en clara decadencia a un moderado y expansivo crecimiento tras el inicio de la conquista de América. Esto, provocando, tal y como lo afirma Federico Pita, “una migración forzada de inusuales características que por un lado, contribuyó al desarrollo económico de determinadas zonas de la sociedad colonial y, por el otro, al estancamiento de las fuerzas productivas del continente africano”.[2]

               

 El esclavismo, como práctica, conllevó a importantes cambios en las estructuras de la sociedad colonial americana, desde las actividades económicas en las que eran forzados a trabajar, hasta las enormes riquezas socioculturales que empaparon toda la América con su llegada, tanto en el despertar de nuevos grupos étnicos como en las tradiciones y las manifestaciones artísticas que se han arraigado con muchísima fuerza en nuestras sociedades.

               

 Para el caso argentino, el esclavismo no fue la excepción en todas sus manifestaciones. Florencia Guzmán (2006) afirma que “la llegada de los africanos comenzó poco después de la segunda fundación de Buenos Aires en 1580 y se extendió primero en la zona de mayor desarrollo y expansión comercial como fue el antiguo Tucumán.”[3]

               

Esto nos confirmaría que la llegada de los negros en el contexto de la colonización americana fue relativamente tardío en comparación con otras regiones de la América española, por ejemplo en el Caribe, donde la aniquilación del elemento indígena obligó a los europeos la inmigración de negros africanos desde las primeras etapas de la conquista y colonización.

               

Los periodos de llegada de africanos permiten vislumbrar el acontecer del tráfico negrero hacia la Argentina, donde los periodos de mayor expansión de la trata de negros se ubican entre los siglos XVII y XVIII, aunque, curiosamente, el periodo más intenso de importación de esclavos se ubica en los años anteriores a “la abolición de la trata en 1813 (al punto de que solo en el año 1810 entraron 18 buques en el Río de la Plata).”[4]

               

Sin embargo, Gladys Perry pone de manifiesto que para el periodo abarcado entre 1816 y 1852, el trabajo esclavo “se vio reducido a un 27%, prueba del declive gradual en la utilización de este tipo de mano de obra.[5] Esto nos demuestra que aún en los primeros años de independencia, la esclavitud seguía teniendo un fuerte impacto en la estructura socioeconómica de la Argentina, a pesar de los mitos que sobre esta práctica se han generado.[6]

               

Por lo tanto, queda de manifiesto que los negros en Argentina poseen un pasado en la historia argentina y su llegada data del siglo XVI, logrando establecerse como grupo, principalmente en la zona noroeste, en especial Tucumán, pero Buenos Aires tampoco escaparía de su presencia en importante influencia.

 

De la Independencia a la Libertad. El proceso de lucha por la verdadera supresión de la esclavitud.

               

Como se afirmó líneas arriba, la abolición de la trata data de 1813, sin embargo, fue “hasta entrada la década de 1840 [que] no se terminó definitivamente con el comercio esclavo.[7]Esto confirma el largo proceso que llevó a los negros hacia su liberación definitiva, momento en el cual se van a sumar otra serie de factores que los continuarán excluyendo de las políticas sociales, políticas y económicas en torno a la construcción de la nación.

               

Posterior a la independencia, según Perri, serán las sociedades de naciones las que se van a convertir “en el espacio de sociabilización por excelencia de la comunidad negra para trasmitir costumbres de las distintas regiones del África.[8] Mas éstas también, poco a poco, se van a transformar en el punto de discordia, pues se crearan nuevas sociedades debido a la pluralidad cultural debido a las muy diversas regiones de donde provenían las comunidades negras, por ende, a pesar de la riqueza de estas sociedades, se van a contrariar por la cantidad de intereses y prácticas distintos que las conforman.

               

Un dato curioso del proceso por conseguir la libertad durante la primera mitad del siglo XIX, radica en el “uso y la reinterpretación continua que éstos hicieron del corpus legislativo.[9] Es decir, el negro en Argentina transformó su visión de mundo libre gracias a la misma legislación dominante que un día le cautivó, supo hacer uso de ella en su beneficio, acotando a los nuevos discursos que se manejaban en la época sobre la libertad del individuo.

               

Sin embargo, este mismo discurso liberal sería el que más estigmatizaría a la población afrodescendiente de la Argentina, en especial durante la segunda mitad del siglo XIX, así que, si bien se había conseguido la libertad que se ansiaba, un nuevo azote se iba a abalanzar sobre los negros: el blanqueamiento social.

 

El Periodo Liberal

               

Este periodo no fue más benévolo que el anterior, todo lo contrario. Tras los avances graduales y significativos conseguidos durante la primera parte del siglo XIX, los negros toparon con una pared infranqueable dentro del discurso liberal y su idea de modernidad y civilización.

               

Es importante, por tanto, destacar que el proyecto nacional argentino fue excluyente y marginador. Es por ello que, como afirma Cocco, “al tratar la nación como un símbolo, se debe estar consciente de que puede tener múltiples significados, alternativas de diferentes grupos que intentan “adueñarse” de su definición y efectos legitimadores.”[10]

               

Por lo tanto, se deduce que la legitimación del Estado – Nación argentino forma parte de un proceso aglutinador pero a la vez excluyente, tiene una lógica interna sobre lo que debe ser la sociedad, es por ende, una comunidad imaginada que pretende seleccionar ciertos elementos considerados necesarios en la concepción nacional y que a su vez, permitan la identificación grupal dentro del esquema generado como legitimador.

               

Lo anterior solo manifiesta que la violencia física pasó a ser violencia simbólica. Es decir, se pasó del esclavismo como práctica agresiva a una invisibilización excluyente y de carácter marginador dentro de las estructuras sociales, políticas y económicas.

               

Es así, como afirma Oszlak, que “la construcción del estado moderno en Argentina fue en paralelo a la construcción de la nación y la identidad[11], donde el elemento negro debe obviarse dentro del proceso nacional, puesto que no existía un lugar donde calzaran, dando pie a la creación de un mito deslegitimado hoy en día, y que como afirma Frigerio, la narrativa dominante se caracterizado por “presentar a la sociedad argentina como blanca, europea, moderna, racional y católica”.[12]

               

El mismo autor señala que

 

La blanquedad porteña[13], que habitualmente es considerada un dato objetivo de la realidad, resulta de un proceso socialmente construido y mantenido por: 1) una determinada manera de adscribir categorizaciones raciales en nuestras interacciones cotidianas, 2) el ocultamiento de antepasados negros en las familias y 3) el desplazamiento, en el discurso sobre la estratificación y las diferencias sociales, de factores de raza o color hacia los de clase.[14]

               

Por lo tanto, el proceso de blanqueamiento social llevado a cabo por las élites liberales argentinas durante finales del siglo XIX y principios del XX, demuestra que tal legitimación de invisibilización del negro no solo debe adscribirse a un mecanismo político de exclusión, sino a todo un entramado, concienciado y consensuado, dentro de la sociedad argentina, tanto en las prácticas políticas y económicas, así como en las culturales y cotidianas. Pero que, a su vez, ha permitido al creación del mito de la Argentina blanca, el cual hoy es desmentido a la luz de las nuevas investigaciones y la realidad latente a pesar de su esforzado intento por encubrirlo.

               

Esto manifiesta que el concepto de nación y su corriente nacionalista, no solo busca la clasificación y legitimación dentro de un proyecto de Estado elaborado, sino “que lleva a la gente a responder al uso del discurso. Es un discurso clasificador, diferenciador y homogeneizador, por excelencia. Se dirige a las personas que se presume tienen ciertas cosas en común.”[15] Y es ahí, donde el afrodescendiente, visto como el “otro”, es negado a pesar de las aportaciones tan trascendentales dentro de la cultura, en este caso, la argentina.

 

Ocurre entonces una violencia sistemática contra el componente negro, el cual no puede asumir ciertos roles sociales porque le han sido vedados en contraposición a lo deseado desde el discurso, el cual es ahora ampliado y aceptado como parte integral de la sociedad argentina. Es así como “la raza, la clase y la nación se unen en oposición a las identidades de los “otros” marginalizados.”[16]

               

El proyecto nacional buscaba la centralización del poder, pero a la vez fortalecerlo para hacerlo exclusivo. Dentro de ese mismo proyecto se encontraba el civilizador, es decir, llegar a la sociedad por medio de un discurso europeizante y homogeneizador, el papel trascendental lo jugaba, pues, la educación. Como lo afirma Lea Geler, “la regeneración implicaba inevitablemente educación […] Esa educación no se pedía universitaria, sino de oficios, para poder ejercer trabajos manuales”[17], puestos que poco a poco iban ocupando los nuevos inmigrantes provenientes de Europa.

               

En este contexto, las figuras de Sarmiento y Alberdi “reflejaron virtudes éticas y las brindaron al imaginario colectivo como una suerte de espejo sobre el que forjar las virtudes nacionales. Promovieron la inmigración europea que permitiría forjar a ciudadanos “blanqueados” en color, y “europeizados” en la mentalidad y costumbres.[18]

 

Es a través de la educación que el negro termina de ser ensombrecido por la política de invisibilización. Por medio de los manuales escolares “los negros surgen como una temática apenas importante en el periodo colonial para desaparecer y desvanecerse en la República. Los presentan como mercancía y mano de obra servil, omitiendo toda vida sociocultural.[19]

 

Dos inmigraciones contradictorias: europeos y caboverdianos a principios del siglo XX.

 

Curiosamente, dentro del mismo contexto histórico liberal argentino, dos procesos migratorios y contradictorios a la vez se suscitan a finales del siglo XIX y principios del XX.

 

Durante este periodo, las inmigraciones de europeos van a configurar un ideario en construcción, a la vez, crearán nuevos espacios de interacción social con los demás miembros de la sociedad.

 

Para los liberales de esta época, “progresar era salir de América para entrar en Europa y por tanto la insistencia de la negación del indio, el negro y la ansiedad por ser europeos.[20] Por ende, la concepción de lo foráneo será la retórica durante el periodo en que la construcción de lo nacional es un elemento de cohesión social.

 

El mismo Alberdi va a asegurar que la inmigración era necesaria para el proceso civilizador afirmando que

 

educando nuestras masas tendremos orden, teniendo orden, vendrá la población de fuera. Os diré que invertís el verdadero método de progreso. No tendréis orden, ni educación popular, sino por el influjo de masas introducidas con hábitos arraigados de ese orden y buena educación.[21]

 

Por lo tanto, el ideal de sociedad y de Estado Nación era vista en términos de calidad racial, donde el papel gendarme y eugenésico del Estado giraba en torno a la idea del “orden y progreso” y hacia un imaginario colectivo sobre la base de la “blanquedad” y la europeización.

 

Según Marta Maffia,

 

La migración de caboverdianos hacia Argentina comienza a fines del siglo XIX con fecha muy imprecisa, cobrando relevancia a partir de la década de 1920, con la presencia de pequeños grupos o individuos provenientes de las islas de Sao Vicente, Santo Antao, en su mayoría, Sao Nicolau, Fogo y Brava, en menor medida.[22]

 

Lo que más caracterizó a estas migraciones fue la cohesión social y cultural, cuyas actividades van a estar más relacionadas con los asuntos del mar, debido a las prácticas que tenían en sus lugares de origen, del cual debieron marchar por razones de pobreza y desempleo. Poco a poco, estos contingentes de caboverdianos se van a asentar principalmente en Buenos Aires, contribuyendo enormemente en la creación de la cultura popular argentina.

 

Si bien su llegada al Argentina forma parte un movimiento masivo que no solo implicó a Suramérica (puesto que también se dieron importantes flujos hacia Europa y los Estados Unidos), en el caso argentino, la invisibilización fue constante desde su llegada. Desde un principio fungieron como obreros en los puertos y sin embargo, fueron negados dentro del desarrollo cultural en Argentina.

 

Ambas migraciones, pues, se contextualizan en un periodo de efervescencia nacionalista, pero donde los roles serán llevados hacia polos muy opuestos. Por un lado, los inmigrantes europeos serán vistos como la génesis de la gloria, el progreso, el orden y la eugenesia social, mientras que el caboverdiano como un elemento más para excluir, para mantenerlo aislado de la política sociocultural tal y como ya se venía haciendo con los demás afrodescendientes argentinos.

 

En conclusión, se puede afirmar que la violencia e invisibilización del negro en Argentina ha tratado de ser legitimada por estudios académicos durante la primera mitad del siglo XX, e incluso incursionando hacia mediados y años posteriores del mismo. No sólo desde los escritos de intelectuales liberales como Alberdi o Sarmiento, sino incluso hasta hace unos cincuenta años, tal es el caso de Rodríguez Molas, un historiador marxista, el cual, hacia el año 1957, señalaba que "En el Rio de la Plata y en especial en Buenos Aires... no existen en la actualidad descendientes de los esclavos, habiéndose este elemento humano diluido entre la población blanca."[23]

 

Por ahora, los estudios sobre los negros en Argentina son pioneros y relativamente recientes, pudiendo localizarlos durante la década de los ochenta, pero con un análisis más exhaustivo durante los años noventa, por lo tanto, todavía queda un largo camino por la reivindicación del afrodescendiente y desmitificación del mito blanco argentino.


 

BIBLIOGRAFÍA

 

Cocco, Madeline. (2003) La Identidad en Tiempos de Globalización. Comunidades Imaginadas, Representaciones Colectivas y Comunicación. FLACSO, San José.

 

Frigerio, Alejandro. (2008) De la “desaparición” de los negros a la “reaparición” de los afrodescendientes: Comprendiendo la política de las identidades negras, las clasificaciones raciales y de su estudio en la Argentina. CLACSO, Buenos Aires, Argentina, Compilado por Lechini, Gladys. Los Estudios Afroamericanos y Africanos en América Latina: Herencia, presencia y visiones del otro., pp. 1 – 38.

 

Geler, Lea. (2004) Negros, pobres y argentinos. Identificaciones de raza, de clase y de nacionalidad en la comunidad afroporteña 1870 – 1880. Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, pp. 1 – 12.

 

Guzmán, Florencia. (2006) Africanos en la Argentina. Una Reflexión Desprevenida. Revista Andes, Universidad Nacional de Salta, Argentina, Número 17, pp. 1 – 35.

 

Maffia, Marta. (2006) Dimensiones diaspóricas de la comunidad caboverdiana en Argentina. En Temas de Patrimonio Cultural 16. Buenos Aires Negra. Identidad y Cultura., Buenos Aires, Argentina, pp. 255 – 282.

 

Perri, Gladys. (2006) De mitos y historias nacionales. La presencia/negación de negros y morenos en Buenos Aires. Revista Historia Unísonos, Universidad Nacional de Luján, Buenos Aires, Argentina, Volumen 10, Número 3, pp. 321 – 332.

 

Pita, Federico. (s. f.) El Amanecer del Sol Negro. El Continente Africano en Argentina. Universidad de Buenos Aires, pp. 1 – 13.

 

Yao, Jean Arsène. (2002) Negros en Argentina: integración e identidad. Revue de Civilisation Contemporaine de l’Université de Bretagne Occidentale EUROPES / AMÉRIQUES, Universidad de Alcalá, España, pp. 1 – 17.



[1] Cocco, Madeline. La identidad en tiempos de la Globalización. Comunidades imaginadas, representaciones colectivas y comunicación., p. 28

[2] Pita, Federico. El Amanecer del Sol Negro. El Continente Africano en Argentina., p. 2

[3] Guzmán, Florencia. Africanos en la Argentina. Una Reflexión Desprevenida., p. 5

[4] Guzmán, Florencia. Ibíd., p. 5. Véase además: Klein, H. Las características demográficas del comercio Atlántico de esclavos hacia Latinoamérica. En Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana, “Dr. Emilio Ravignani”, 3a serie, N° 8, segundo semestre, Buenos Aires, Argentina, pp. 7 – 27.

[5] Garavaglia en Perri, Gladys. De mitos y historias nacionales. La presencia/negación de negros y morenos en Buenos Aires., p. 324. Contrástese además, Perri, G. Ibíd., p. 326

[6] Una de ellas es la que se refiere a que en Argentina, la esclavitud fue mínima por no decir que casi nula, así como de que en Argentina, esta práctica fue más benévola que en otras regiones de América Latina, debido a que, como parte de la construcción de la blancura argentina, casi no habían negros africanos o afrodescendientes, y por ende, se les cuidaba más.

[7] Perri, Gladys. Ibíd., p. 326

[8] Perri, Gladys. Ibíd., p. 325

[9] Perri, Gladys. Ibíd., p. 329

[10] Cocco, Madeline. Ibíd., p. 33

[11] Oszlak en Perri, Gladys. Ibíd., p. 329

[12] Frigerio, Alejandro. De la “desaparición” de los negros a la “reaparición” de los afrodescendientes: Comprendiendo la política de las identidades negras, las clasificaciones raciales y de su estudio en la Argentina., p. 3

[13] Buenos Aires.

[14] Frigerio en Frigerio, Alejandro. Ibíd., pp. 5 – 6

[15] Cocco, Madelaine. Ibíd., p. 33

[16] Cocco, Madelaine. Ibíd., p. 33

[17] Geler, Lea. Negros, pobres y argentinos. Identificaciones de raza, de clase y de nacionalidad en la comunidad afroporteña 1870 – 1880., pp. 9 – 10

[18] Yao, Jean Arsène. Negros en Argentina: integración e identidad., p. 2

[19] Yao, Jean Arsène. Ibíd., p. 5

[20] Yao, Jean Arsène. Ibíd., p. 2

[21] Alberdi en Yao, Jean Arsène. Ibíd., p. 2

[22] Maffia, Marta. Dimensiones diaspóricas de la comunidad caboverdiana en Argentina., p. 265

[23] Rodríguez Molas en Frigerio, Alejandro. Ibíd., p. 11

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