El Por Qué de una Revolución

José Solano Solano

15 de Diciembre de 2011

Siempre se me cuestiona mi defensa de Cuba sin ser cubano, quizás porque me siento tan cubano como cualquiera y mucho más que algunos traidores que prefirieron dejarse seducir por el imperio asesino y opresor, con sus lujos, su derroche, su materialismo y codicia egoísta. Es quizás también porque creo en la América de Martí y Guevara, de Bolívar y San Martín. Creo en la Patria Grande, en Nuestra América y me siento tan patriota de esta América, de cada país latinoamericano, que amo y lucho por nuestra liberación definitiva.

 

Mi defensa de Cuba se aleja de las utópicas fantasías. Soy sincero, no conozco Cuba personalmente y estoy seguro que no lo conoceré en un pequeño paseo de una o dos semanas, y quizás la primera impresión me tambalee mis posiciones, quizás no. Cuba, como afirma Pablo Milanés, no es una sociedad perfecta y está lejos de serlo, así como está aún más lejos la idílica Estados Unidos o “los goces de Europa”, pero es claro, en todas las sociedades hay esfuerzos de todos los pueblos que han luchado por mejorar, en Cuba, en Costa Rica, en Estados Unidos o en Europa.

 

¿Qué defiendo entonces? Defiendo al pueblo que luchó por su liberación en contra del imperio más poderoso que ha existido sobre la Tierra. Defiendo al pueblo que resiste un bloqueo económico, el más violento y agresivo que haya podido vivir un país en toda su historia y que se ampara en todo un sistema legal proveniente de los Estados Unidos que les impide ser y ser más. Defiendo al pueblo que ha sobrevivido a los más duros embates de la violencia, la sangre, el terrorismo, la mentira, la manipulación mediática y la injuria. Defiendo al pueblo que nada contra la corriente frente al gigantesco peso de la Globalización y el capitalismo y que lo mantiene aislado de los procesos y la cooperación mundiales por el simple hecho de hacer las cosas de forma distinta. Defiendo al pueblo que soñó la Revolución como mecanismo de cambio. Defiendo al pueblo que hizo la realidad de la Revolución y la acogió como un proyecto de vida. Defiendo al pueblo que sigue creyendo en la Revolución, que conscientemente sabe que fue un proceso popular y no de un grupo de barbudos ansiosos de intereses espurios. Defiendo a sus líderes revolucionarios como lo visionarios que fueron y que a pesar de ser humanos, con sus defectos y virtudes, siguen siendo pilares para un pueblo que desea mantener una Revolución verdadera y evolucionarla hacia algo cada vez mejor. Defiendo a un pueblo que, consciente y crítico gracias a la Revolución, desea los cambios que ameritan los tiempos modernos y que, en su consciencia y criticidad, comprende el peso del sistema mundo y la violencia del imperio que en gran medida limita las posibilidades de esa evolución. Defiendo al pueblo desprestigiado junto con su Revolución por el simple hecho de pensar diferente, de pensar lo correcto. Defiendo el sistema democrático cubano, establecido en su constitución política, el cual considero encomiable, ejemplar y envidiable, más allá de su aplicación práctica que puede ser manchada por la mano humana. Defiendo su sistema socialista que, con sus defectos, es un intento, un simple intento, por vislumbrar un mundo mejor. Defiendo a un pueblo que, tentados por las ilusiones del consumismo capitalista, mantienen sus principios revolucionarios a pesar de las necesidades en los que se puedan encontrar sumidos porque saben que lo que defienden es correcto: un lugar donde la persona vale no por lo que tiene sino por lo que es. Defiendo al pueblo que es solidario porque la Revolución los ha hecho así.

 

No defiendo a la Utopía de Tomás Moro. No defiendo el mito que se dice y que no se dice que es Cuba, mas si lo dejo en claro, no le creo a CNN ni a las grandes cadenas de televisión y prensa, serviles del imperio, que se han encargado de desprestigiar un proyecto popular como lo ha sido la Revolución y que tergiversan, engañan y son cómplices perversos de una especie de genocidio moderno en contra de un pueblo libre, democrático y sencillo como el cubano. Llevo años siendo bombardeado y ya es tiempo que ellos digan su palabra, la palabra que, no su gobierno ni sus leyes sino el imperio, les ha callado.

 

¿Por qué una Revolución entonces? Una Revolución como la cubana, con los errores, defectos y humanas manipulaciones, es una oportunidad de soñar, una oportunidad de decir: aquí podemos. Es aprender de esos errores para hacer de nuestra Costa Rica un mejor país, más cercano a esa utópica tierra de igualdad social, política y económica, donde nada es de nadie pero todo es de todos. Pero no me refiero a la utópica Cuba, sino la utópica sociedad de un mundo mejor, nada más.

 

Los que somos idealistas, los que somos asiduos a la esperanza y a los sueños de una sociedad inclusiva y solidaria, vemos en los procesos revolucionarios la clave para hacerlos realidad. No es quedarnos en los ideales, sino en traer esas ideas abstractas a este mundo infeliz y transformarlo.

 

El liderazgo revolucionario es fundamental. Este deber ser consciente y crítico para que la sociedad que guíe también pueda ser consciente, crítica y transformadora. Aspiramos a un mundo ideal, por supuesto. En nuestro país no existe, pero se han hecho avances en el pasado que hoy estamos perdiendo. Habrá que luchar por ellos, revolucionar nuestra Patria y seguir construyendo otras opciones de país y planeta, un mundo donde todos quepan.

 

En fin, se me podrá tachar de lo que sea. El sistema me dirá comunista, inadaptado, chancletudo y loco, mis compañeros de ideología me tildarán de ignorante, iluso, idealista y tonto soñador, pero jamás me podrán acusar de desesperanzado, pesimista ni egoísta. Porque por mi Patria y por Nuestra América estaría dispuesto a entregarlo todo sin esperar nada a cambio.

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