Encarcelamiento y privatización de la universidad pública

José Solano Solano

27 de Junio de 2017

Violaciones y asaltos. Esa es la nueva realidad que viven las universidades públicas de este país. El caso más sonado actualmente es el de la Universidad de Costa Rica donde se han registrado varios asaltos y violaciones dentro del campus Rodrigo Facio en San Pedro de Montes de Oca. El viernes 16 de junio pasado fue el último caso donde una mujer fue herida con arma blanca. Las autoridades universitarias brillan por su ausencia y por omisión permiten que este tipo de sucesos sigan ocurriendo pese a las llamadas de atención que se han dado en los últimos días.

 

Si bien existe todo un monitoreo por circuito cerrado de televisión sobre lo que acontece en el campus universitario, lo cierto es que el personal que atiende este tipo de situaciones no da a vasto ante un espacio tan grande por cubrir. Sin embargo, pareciera que las medidas de este tipo tampoco conllevan soluciones al problema. Tal es el caso de la Universidad Nacional de Costa Rica donde, tras múltiples sucesos de delincuencia, se decidió cerrar toda la ciudad universitaria, pero los asaltos y los abusos a la integridad de las personas que por ahí transitan, especialmente durante las noches, se mantienen, no han disminuido.

 

¿Es la solución más cámaras o más policías? La respuesta absoluta es no. Bien es sabido que el aumento del índice de criminalidad aumenta proporcional a la agudización de políticas económicas exclusivas, por tanto el problema de fondo es mucho más severo que aumentar el aparato de control y represión. Ya de por sí la Universidad de Costa Rica tiene decenas de cámaras de vigilancia, al parecer manejadas por varias empresas pero sin ninguna conexión entre ellas, y aun así los delitos vienen en aumento. Además, la policía universitaria ha venido asumiendo una serie de funciones que en un principio no le competían, convirtiéndose en un mero instrumento represivo que persigue hasta las agrupaciones que, con fines políticos, ocupan el espacio de la universidad para hacer algún tipo de actividad, tal es el caso del famoso volanteo.

 

Lo que se deduce de todo esto es que se está buscando aumentar el número de efectivos de policía en el campus, lo cual implica más poder de coacción que no solo iría dirigido hacia la delincuencia, sino también hacia otro tipo de acciones, principalmente las de tipo político. También podría incidir en una aparente necesidad de cerrar el campus por completo, para evitar que “agentes externos” ingresen al sitio. Lo cual terminaría por desvincular a la sociedad con la universidad y eso es perjudicial en todo sentido, pues pasaría a ser un espacio exclusivo mientras que, hasta el día de hoy, tiene una conexión importante con propios y extraños, característica fundamental de todo centro universitario.

 

Sin embargo, esta realidad hacia la que se encamina la Universidad de Costa Rica, y en general la educación superior pública, responde a las necesidades del mercado según los preceptos de los organismos financieros internacionales. Nótese como, tras la firma del préstamo con el Banco Mundial, la universidad ha venido en un ascenso repentino en los estándares mundiales, pero a un costo social que se agrava cada vez más. Es decir, si bien ha mejorado en los rankings de calificación de las mejores universidades del mundo, lo hace a través de perjuicios hacia la misma educación, donde va mostrando cada vez más elitización, así como una reestructuración que va en detrimento del estudiantado y de la mayoría de docentes que se ubican en el interinazgo. Además, poco a poco se van poniendo en práctica medidas privatizadoras, tal fue el caso del traslado de los EBAIS o de los intentos de tercerización de los trabajos de limpieza y seguridad.

 

¿Es una realidad la comisión de asaltos y violaciones dentro del campus universitario? Por supuesto. Pero esto no justifica mayores medidas represivas, sino soluciones más integrales. Se ha demostrado que el encarcelamiento de los estudiantes en la universidad o la vigilancia del Gran Hermano a través de cámaras no han solucionado nada el problema. ¿Más policía? Esto también demuestra que no mejora la situación, basta ver la realidad social en general. Y si para colmo esta seguridad llega a privatizarse, la situación empeorará más. Lo que sí queda claro es que la sigilosa indiferencia (complicidad por omisión) de la universidad hacia los sucesos denunciados demuestra que está plenamente apegado a los lineamientos del sistema económico con todas las consecuencias políticas, sociales y filosóficas que ello conlleva.

 

¿Pero hay soluciones? Por supuesto que las hay. Sin embargo, estas no son del agrado de la mayoría pues implica la autonomía y la autogestión en la acción y la toma de decisiones. El facilismo y el confort conllevan la inoperancia y, por ende, la supuesta necesidad de más represión, sin atender que esta se voltea contra sí mismo de forma directa o indirecta. Aun así se pueden ver dos posibles escenarios: el inmediato pasa definitivamente por la vigilancia y seguridad colectiva; el mediato sería el de la injerencia política directa sobre la universidad.

 

Debe recordarse que históricamente la universidad es la corporación de estudiantes y docentes que se unen con el fin de ejercer las profesiones (o aprenderlas en la actualidad), pero cuya naturaleza es la autonomía (recuérdese que en la época medieval estas luchaban contra el poder religioso y estatal). Sin embargo, esta autonomía poco a poco se está perdiendo (incluso el Banco Mundial la ha establecido como una anomalía [1]), lo cual expone a la educación superior a los peligros del autoritarismo político.

 

Ahora bien, cuando se habla de vigilancia y seguridad colectiva, se trata de que sean esos corporativos universitarios los que se encarguen de esto. Formar comités estudiantiles y docentes de seguridad en el campus, con rondas nocturnas por los espacios más peligrosos puede ser una opción viable y apegada a los principios autonómicos. Pero definitivamente, es la injerencia política la que es fundamental para reubicar el quehacer universitario a los fines para los cuales fue creada la educación superior. Está demostrado que las llamadas autoridades académicas, empezando por la rectoría, no tienen interés ni soluciones a este problema, de igual forma pasa con los supuestos representantes estudiantiles que brillan por su ausencia en todos los sentidos. La reivindicación de la autonomía y la iniciativa colectiva es ahora más urgente que nunca. El involucramiento del movimiento estudiantil fuera de los espacios institucionalizados es la tarea que queda por delante.

 

Quizás se tache de radical este posicionamiento, quizás de idealista e imposible; pero la espiral en la que se encuentra la universidad y el país no tiene freno. Este utopismo ya es realidad en otros espacios geográficos del orbe, ojalá no llegue cuando se alcance el fondo del abismo. La violencia y la privatización de la vida se combaten de frente, con todas las herramientas que el trabajo colectivo y el apoyo mutuo ofrece. No hay más.

 

Nota

 

[1] Solano, J. (2013, 30 de mayo) Sobre el Banco Mundial y la Universidad. EquipoCritica.org, recuperado de https://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/sobre-el-banco-mundial-y-la-universidad/

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