Estudios Sociales: Entender quién es el MEP y a qué sociedad aspira

José Solano Solano

19 de Enero de 2014

El pasado martes 14 de enero, el ministro Leonardo Garnier publicó su respuesta al artículo que se escribiera sobre los nuevos programas de Estudios Sociales en Página Abierta de Diario Extra una semana antes. Aquí no se va a negar la introducción que hace el ministro, sin embargo, quienes han hecho un análisis exhaustivo de los programas, se dan cuenta que las imposiciones, el chapuceo y la disminución de la calidad están presentes en este intento de reforma. Por lo tanto, el cambio que plantea Garnier es inconveniente y contraproducente para la calidad de la educación costarricense.

 

Quizás la utilización del lenguaje literario fue visto como una falta de respeto para el señor ministro, sin embargo, es sólo una forma de expresión que busca llamar la atención del lector. Esto último funcionó, al menos, con el jerarca, pero habrá que adentrarse en el artículo que escribió el ministro en Página Abierta para ir refutando las observaciones de Leonardo Garnier.

 

Los educadores comprometidos estarán de acuerdo en que el programa actual es “un popurrí abarrotado de contenidos inconexos que los estudiantes deben memorizar para llegar a repetir en un examen.” Hay graves desfases históricos y exceso de contenidos en Geografía y hasta repetitivos en algunas ocasiones. El modelo conductista (que difiere de la propuesta pedagógica establecida por ley) predomina en los salones de clase, por lo que debe apostarse por un enfoque verdaderamente constructivista y crítico para la juventud.

 

Habría que hacer un sondeo para hablar de esas generalizaciones sobre Educación Cívica porque muchos educadores reconocen las deficiencias de Ética, Estética y Ciudadanía. También es falso que dejó de ser memorística la Cívica, pues nace la contradicción entre lo que se pretende y la realidad: el proceso sigue siendo la acumulación de contenidos para un examen y un número al final del trimestre. Es incongruente, por tanto, evaluar una prueba sumativa mientras se trabaja en talleres que terminan siendo más enriquecedores y por mucho, bastante significativos.

 

Habla el ministro sobre historia, geografía y guerras, asegura que no se eliminan. Sin embargo, una breve observación de los contenidos dista mucho de las palabras que expresa Garnier. Debe recordarse que la Historia es una concatenación de hechos y procesos ubicados en el tiempo. Existe una estrecha relación entre lo que ocurre en el mundo y el país. Segregar los temas, enfocar lo poco que hay de Historia en Costa Rica y aislar del contexto mundial y regional a este pedacito de tierra, implica desligar los fenómenos sociales, políticos y económicos que ocurren en cualquier latitud del globo.

 

Afirma también el ministro, y esto es quizás lo más grave, que las reformas en el programa fueron “ampliamente discutidas” y que pasaron por un “proceso de consulta ante las universidades”. Disculpe señor ministro, pero la “elaboración de este documento es producto del trabajo realizado por un equipo de profesionales integrado” por sólo ocho personas. Y esta cita puede ser verificada en la página 19 de los nuevos programas. Por tanto, ¡Es falso que se hiciera una amplia discusión! Y peor todavía, asegurar que las universidades fueron consultadas cuando han sido las mismas casas de estudio las opuestas a estos planes. Hacer una “consulta” oral de menos de una hora a profesionales en historia y geografía no es precisamente un proceso de análisis y discusión. Por esta razón la Universidad de Costa Rica (Documento EFD-CCEES-26-13) y la Universidad Nacional (Documento EH-AA-289-2013) se pronunciaron negativamente hacia los programas y a la forma en que se han usado los nombres de varios distinguidos profesores.

 

Finalmente, no existe coherencia temática, ni ubicación espacio-temporal del país, ni mucho menos vinculación de los jóvenes con el mundo. Estos nuevos programas no hablan de aspiraciones sino de una naturalidad del contexto político, económico y sociocultural actual. No puede haber prosperidad en un país donde ha crecido la desigualdad, no puede existir solidaridad cuando lo poco que queda de esa palabra está en manos del mercado, no hay una Costa Rica verde cuando el velo del doble discurso ha jugado en la palestra los últimos años, tampoco existe la Costa Rica civilista y pacífica ante el aumento de la violencia y la presencia de paramilitares; y una sociedad democrática es una burla cuando la participación se relega cada cuatro años y punto.

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