Fascismo y liberalismo, ¿cuál diferencia?

José Solano Solano

23 de Octubre de 2013

Antecedentes del liberalismo

 

Históricamente el liberalismo y el fascismo han estado muy emparentados. En realidad, el fascismo es una respuesta al fracaso liberal de finales del siglo XIX y principios del XX. Las democracias posrevolucionarias no lograron cumplir las expectativas sociales, económicas o políticas. Es por eso que el liberalismo ha tenido que tomar nuevas formas para sobrevivir y perpetuarse hasta la contemporaneidad. Por lo anterior, es necesario abordar históricamente el liberalismo y el fascismo.

 

En primer lugar, la burguesía, después de la ruptura con el Antiguo Régimen, vio la necesidad de fortalecer, por medio de los procesos constitucionalistas, el Estado que los monarcas construyeran. La Constitución Política acoge las normas represivas básicas del Absolutismo bajo un espectro de igualdad, fraternidad y libertad, aplicable solo a esta clase social. La servidumbre moderna es sólo parte de la involución de las formas de esclavitud anteriores; el marco normativo liberal lo regula con el fin de proteger la propiedad que tanta sangre costó durante la Revolución Francesa.

 

En segundo lugar, el desarrollo industrial fortaleció a la nueva clase dominante por medio del sometimiento de las nuevas personas libres. Sobra recordar que el trabajo asalariado se convirtió en la nueva forma de esclavitud, quizás más agresiva que las anteriores. Ante la posible pregunta del por qué, la respuesta es fácil: el asalariado adquirió su libertad para escoger a quien lo explote menos, ya no está sometido a un amo o señor, sino que puede elegir a su patrono-empresario explotador, esa es la bondad del sistema actual. Ahora bien, el liberalismo (y sobre todo su neo modalidad) impide, inclusive, la elección del trabajo. La necesidad y el hambre hacen que la persona no pueda decidir, se condena a sí misma a la primera fuente de ingresos, por mísera que sea.

 

En tercer lugar, el liberalismo propugna los famosos derechos y libertades individuales. Estos son respuesta a la exclusión que vivían los burgueses en el Antiguo Régimen. Sin embargo, estas libertades tocan su techo cuando prevalece la propiedad privada por encima de las otras que dicen preservar. Lo único que defiende el liberalismo, al igual que el fascismo, es el interés del gran capital, su misión político-ideológica es salvaguardar la propiedad de los burgueses capitalistas. Para ello existe la ley, la represión violenta y la cárcel. En resumen, el liberalismo es una ideología de clase burguesa que solo aplica para sí mismos. Los famosos ideales de libertad e igualdad no incluyen a otros. En síntesis, parafraseando a Orwell, todos son iguales, pero hay unos más iguales que otros.

 

El lado oculto del liberalismo

 

El lado oculto del liberalismo se llama fascismo. Esta doctrina tiene características particulares que tienden a confundir con economías planificadas. Sin embargo, el trasfondo es más distinto de lo que podrían creer algunos. Al menos, los liberales convencidos, coinciden que el fascismo es una corriente de “extrema derecha”, en esto no hay ninguna duda.

 

El fascismo es totalmente anticomunista y antianarquista. Aunque Hitler fundara un partido bajo el nombre de Nacional Socialismo, lo cierto es que no coincide en nada con los postulados de la llamada izquierda (Comunismo, Anarquismo, entre otros). La defensa de la propiedad privada por parte del fascismo choca directamente con la abolición de esta.

 

Algunos liberales dicen que los fascismos son anti-migrantes. Totalmente cierto. Aborrecen lo que llaman las "razas inferiores". Así pasó con los judíos o gitanos en Europa, así pasa con los latinos o los negros en Estados Unidos. Para combatirlos crean cuerpos especiales: Gestapo, Minutemen. Históricamente, países de corte capitalista, liberal, imperialista, como Inglaterra, justificaban el colonialismo con base en la idea de la "raza inferior". Los liberales del XIX costarricense (y latinoamericano) se plantearon la idea del blanqueamiento social como parte de sus programas políticos y socioculturales. Dicen, pues, los liberales, que aceptan la inmigración sin más. Eso está bien y es de aplaudirse, pero ¿bajo qué circunstancias la aceptan? Simplemente como mano de obra barata, sin prestaciones ni salarios justos. El liberal antepone el capital a lo humano, el fascista también.

 

Dicen que los fascismos son antiglobalización debido al nacionalismo exacerbado. En parte sí, en parte no. Lo que ocurre es que el nacionalismo sobreprotege la industria nacional pero su globalización es a la inversa. Tanto los liberales como los fascistas defienden la propiedad privada como un baluarte que, en suma, es la protección del sistema per se. La globalización se convierte en el esquema de dominación económica para someter a pueblos más débiles, sin embargo, la globalización no puede voltearse hacia las potencias. En el caso de las pequeñas economías, las cúpulas burguesas liberales se dejan prostituir frente al poder. Estos casos son muy comunes hasta el día de hoy: marcos como el TLC hacen que los países pobres acepten medidas que los países ricos, ni en mil años, aprobarían para su economía. Así mismo, las teorías (neo) liberales anti-proteccionistas sólo se aplican a los estados débiles. Ejemplo de ello es que los imperialismos decimonónicos protegían sus compañías para monopolizar la producción y los mercados, también ocurre con los enormes subsidios otorgados a la agricultura en Estados Unidos el día de hoy. El liberalismo tiende a proteger su capital financiero e industrial si este se ve amenazado por agentes externos, el fascismo también.

 

Ha de recordarse que cualquier signo de igualitarismo es inmediatamente aplacado. El fascismo considera que la sociedad es naturalmente desigual, puesto que existen personas aptas para tener el poder y otras que no. Esto, evidentemente, perpetúa las relaciones de desigualdad entre las clases sociales, lo que permite, a su vez, justificar la dominación de unos sobre otros. Estas ideas del darwinismo social son hijas del liberalismo decimonónico y del positivismo que se puso muy en boga para desarrollar las prácticas imperialistas.

 

De lo anterior podría partir un error común de los liberales: creer que los fascistas adoran los Estados de Bienestar. Sin embargo, esto es totalmente falso, salvo si se retoma el papel del Estado desde el punto de vista nacionalista. Los estados benefactores pertenecen a las corrientes socialdemócratas, pero estas ideas reformistas e intervencionistas se practican, incluso, en los países más liberales, tal es el caso de los Estados Unidos, pero han de salvaguardarse las diferencias.

 

La protección de las industrias o de los bancos ha sido un fenómeno recurrente en la política norteamericana, basta remontarse a los paquetes aprobados para salvar al sector financiero tras la crisis de 2008. Sin embargo, estos intervencionismos responden más a un apoyo para el sector capitalista que para el pueblo en general. La recarga de las crisis termina sobre los hombros de la mayoría quienes, al final, con sus impuestos, pagan los salvamentos multimillonarios.

 

Entonces, el intervencionismo que ayuda a los sectores ricos es parte de la doctrina liberal. En el XIX, se consideraba que los estados debían solventar algunos gastos sociales, pero ha de tenerse presente que esto era con fines ideológicos encaminados hacia el control de la población. La seguridad ciudadana era (y es) el fundamento más intervenido por el Estado, pues este, por medio de la represión policiaco-militar, protege los intereses de la clase burguesa liberal-fascista. En resumen, los fascistas aborrecen los Estados de Bienestar en el tanto limitan la acción del poder en defensa del sector capitalista. La intervención siempre será en el marco de prevalecer los intereses de una clase en detrimento de otra, por ello se da un control exhaustivo de los trabajadores y de cualquier signo de igualdad y libertad plena. Para los liberales y los fascistas, el Estado es sólo un medio para el lucro de la propiedad privada.

 

Finalmente, sobre el conservadurismo del fascismo, existe una respuesta lógica: el control social. Mientras mayor sea la libertad para los grupos sociales, mientras más derechos van adquiriendo las sociedades, mayor será el grado de tensiones entre el Estado y la población. El ser humano, por antonomasia, busca la libertad. Cualquier forma de represión, por tanto, se combate férreamente. La solución del liberalismo es estirar y encoger el hilo social. Cuando sus privilegios se ven amenazados por la cada vez mayor adquisición de derechos, inmediatamente los limita por métodos violentos. A mayor libertad, mayor empoderamiento. Con mayor poder, las estructuras se tambalean, principalmente la económica. Los liberales empiezan permitiendo la adquisición de derechos, mas conforme estos se adelantan a su capacidad de control, cae irremisiblemente en totalitarismos fascistas.

 

En resumen, los liberales (y su versión neo) tienden a caer en errores argumentativos. La propiedad es, a fin de cuentas, el origen de todos los males. Esto se explica porque la privatización de la tierra trajo la concentración del capital y el Estado se convirtió en garante de la misma. Si bien esta forma de organización nace con las monarquías, serán los burgueses los que le otorguen poderes de control casi absolutos para defender sus intereses, para ello crearon un conjunto de leyes que protegen la propiedad privada por encima de cualquier otro derecho.

 

Conforme el Estado va perdiendo sus funciones sociales para desarrollar en demasía las económicas (efecto natural en el liberalismo), tiende a perder el control sobre la población. Al mismo tiempo, los aparatos ideológicos y represivos se hacen menos efectivos para la vigilancia de la colectividad, he ahí el momento de aparición del fascismo. El temor a perder los privilegios capitalistas, motiva a un mayor intervencionismo del Estado. Basta con recordar el contexto en que surgen los nacionalismos en Europa y América: posterior a la Gran Guerra y la Crisis de 1929 o con el avance del comunismo en Latinoamérica. Como puede notarse, en ciertos aspectos, no hay diferencias entre el liberalismo y el fascismo. El segundo es solo una manifestación del primero, o bien, es su máxima expresión. 

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