Huelga general indefinida contra el Estado costarricense

José Solano Solano

23 de Mayo de 2016

El conjunto de proyectos de ley que pretenden regular los salarios dentro del sector público vinieron a exacerbar los ánimos dentro de los trabajadores. Son las pretensiones de una mayoría abrumadora de diputados dentro de la Asamblea Legislativa, cuyo principal agitador es Otto Guevara. Esta pretendida reforma del sector busca dar el golpe certero a la parte laboral que aun disfruta de los derechos consagrados históricamente por las luchas del último siglo. Es también el mecanismo que  pretende finiquitar todo vestigio de lucha sindical en el país, pues claramente el sector privado tiene vedado (por causa de la ilegalidad de facto y unilateral) cualquier intento de organización en contra de los patronos, solapados y alcahueteados por el Estado costarricense.

 

Y es precisamente el Estado el que, en su contubernio con el Capital, pretende traerse abajo esos derechos conquistados históricamente. Por esta razón, el enemigo a derrotar es esa mancuerna inescrupulosa, concupiscente y chupasangre que sostiene los hilos del poder. Sin embargo, es ingenuo suponer que esto ocurrirá en el corto, mediano o incluso largo plazo. Evidentemente no es así, no existe la más mínima condición para acabar con la alcahuetería ni para destruir las estructuras de opresión. Mas puede resistirse y socavar por un tiempo los intentos de aniquilación del Capital y su Estado en contra de los trabajadores.

 

Por más vítores que se alcen por los dos días de huelga pasados (26 y 27 de abril), lo cierto es que no tenían mayor sentido de lógica, más allá de una medición de fuerzas para lo que podría sobrevenir a posteriori. Un llamado a huelga que demostró, al menos a lo interno del sindicato de APSE, que el poder y la consciencia están en manos de sus bases. Aun así, no iba a conseguirse mayores réditos en lo que está por venir. Por esta razón, solo la preparación para una huelga general indefinida puede preverse como solución al paquete de proyectos que pretende aprobarse en las próximas semanas o meses. En la historia reciente de Costa Rica, solo la famosa lucha contra el Combo del ICE se convierte en referente de lo que puede lograrse por un movimiento indefinido y sostenido, lo cual podría incluir hasta la confrontación directa (tal y como sucedió hace quince años) con el aparato represor del Estado.

 

Los actores involucrados en este proceso son, directamente, los sectores de educación y salud; indirectamente el sector estudiantil. Por un lado, el sistema educativo público (sin incluir la superior) está conformado por el mayor porcentaje de funcionarios, agrupados principalmente en las dos mayores organizaciones sindicales del país (ANDE y APSE). En menor medida se ubican los sindicatos universitarios y de la Caja Costarricense del Seguro Social. Por estas razones, la alianza de diputados de la derecha criolla ha pretendido crear una cortina de humo sobre el movimiento, asegurando, según ellos, que el sector educación no se verá afectado por estas leyes, lo cual evidentemente es falso.

 

En todo caso, si esto fuera cierto, se lanzarían primero sobre el eslabón más débil (numéricamente hablando) como lo es el sector salud. La fortaleza que este tiene es poder paralizar el país en la medida que se afecte la atención en los EBAIS, clínicas y hospitales; pero esto último conlleva la maquiavélica estrategia de deslegitimación del movimiento, por tanto se “perjudicaría” un supuesto “servicio esencial” del Estado. Esto, evidentemente, cosifica a los trabajadores de la salud en beneficio de las pretensiones de legalizar la pauperización laboral. Pero lo que sí queda claro es que dividir el movimiento es una vieja estrategia para la victoria.

 

Por otro lado, el Estado no puede permitirse el hecho de asegurar una excepción al sector educación, puesto que es de los que mayormente absorbe los porcentajes del presupuesto nacional en materia salarial; razón por la cual el Capital pretende que se regule para agilizar otros procesos de su propia agenda económica. Esto no solo ocurre aquí, sino que es parte de los planes de control y privatización que emanan desde los grandes organismos financieros encabezados por el Banco Mundial.

 

En toda esta historia, si se nota bien, no hay prioridad por reducir los gastos en los verdaderos privilegios que gozan algunos personajes de este país: presidencias ejecutivas, gerencias, juntas directivas, puestos de poder político, exoneraciones fiscales y en pago de servicios, falta de controles en pagos de salarios mínimos o cuotas obrero-patronales, inaplicabilidad del Código de Trabajo, evasión y elusión fiscal. Ahora bien, esto jamás podrá ser realmente una prioridad (ni siquiera una posibilidad) porque la función del Estado no es esa; pues este funge como instrumento del poder político y económico para mantener los privilegios de clase.

 

La única solución viable que tendrán los trabajadores para sostener sus derechos consiste, como se dijo, en el sostenimiento de una huelga general indefinida que paralice al sector público, con el fin de que se retiren los proyectos de ley que se quieren enviar a la corriente legislativa. Estos proyectos, como se puede ver, no atacan el problema real del déficit fiscal ni la sanidad de la hacienda ni los problemas estructurales que tiene el Estado en su contubernio con el Capital. Estos proyectos van sobre los salarios del sector educación principalmente por ser, como se dijo, el que engrosa la planilla de los empleados públicos. Y no solo van por médicos y funcionarios universitarios, van también sobre todos los puestos del escalafón salarial, menos el de arriba.

 

Si se permite que estos proyectos pasen, si no se va a huelga general o si no se sostiene en el tiempo el movimiento huelguístico, difícilmente se logrará una victoria sobre la mancuerna Estado-Capital. Por esta razón, se requiere de un periodo de preparación previo que no debe desgastarse en las ridículas huelgas de un día, conllevará un periodo de profunda agitación sindical entre las bases para sostener la moral frente a los posibles ataques que ejercerá el poder a través de toda su maquinaria, principalmente de la gran prensa. Conllevará el sostenimiento de un espíritu altivo frente a las presiones que ejercerá el Estado por medio de sus prácticas terroristas (represión policial o rebajos salariales). Por ello, solo la solidaridad podrá mantener la moral de todos en los momentos más apremiantes. Para esto debe hacerse un llamado a la sociedad en general, estudiantes y padres de familia, movimientos sociales, gremiales, trabajadores del sector privado, informales.

 

Una huelga general es un resquebrajamiento del desorden imperante que mantiene el Estado y el Capital, es un momento de gran efervescencia, de un advenimiento de la consciencia, como si se tratara de una ráfaga eléctrica que atraviesa a las personas y las moviliza como nunca se puede ver. La huelga general abre espacios para ir por más, abre espacios de optimismo y esperanza. Esta exacerba a las personas para llevar la lucha a límites insospechados e impredecibles. Puede ser un estallido violento inclusive, un estallido de creatividad y espontaneidad humana increíbles.

 

La tarea nuestra será la agitación en todas sus formas; persuadir e incitar todos los mecanismos de presión necesarios en contra del Estado y del Capital con el fin de que desistan a sus pretensiones de resquebrajamiento de todo lo conquistado hace décadas. Permitir y alentar que los trabajadores se expresen y manifiesten, que se organicen según sus designios, que hagan temblar al (des) orden y al poder a través de sus propias iniciativas, sin manipulaciones, sin representantes, sin injerencias de ningún tipo de líderes o autoridades. Agitar, asolar, sembrar el pánico en todas las estructuras del poder al ver personas en búsqueda de su libertad y su subsistencia, por medio de la solidaridad humana, la igualdad, la espontaneidad organizativa y el amor. Preservar los derechos conquistados y ampliarlos, es la tarea de todos los agobiados por la violencia ejercida desde arriba.

 

Si la confrontación se hace inminente, la respuesta será una sociedad organizada y sin miedo. Pero esto requerirá trabajo duro, educación, agitación por la consciencia de clase, por la defensa de los derechos conquistados. Ya no se puede seguir haciendo huelgas de un día, son totalmente inservibles, absurdas, sin finalidades políticas. Pensar solo en la huelga general indefinida, en las calles, asolando los centros de poder, viviendo la fiesta de la desobediencia entre cantos y risas hasta que cada uno de esos proyectos de ley sea desaparecido definitivamente de toda discusión y votación es la consigna.

 

¿Y si luego se sueña un poco más? Solo el devenir de las circunstancias lo dirá.

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