La Costa Rica del Chinamo, los toros y el “nada pasa”

José Solano Solano

1 de Enero de 2013

Costa Rica es el lugar más feliz del mundo. Los fines de año son los de mayor alegría para la ciudadanía sobreexplotada de este país que no se da cuenta de su precaria situación. Y para qué preocuparse teniendo la mejor programación televisiva del año, haciendo la vida más llevadera y con una sonrisa descomunal. Pero no solo el costarricense promedio está contento, los poderosos de este país hacen fiesta en los bolsillos.

 

¿Qué pasa en el lugar que nada pasa?

 

El costarricense tiene Chinamo con la participación del futuro diputado por Liberación Nacional, el nunca bien entendido Bryan Ganosa. Un programa estúpido dirigido por cabezas huecas que se encargan de vaciar lo poco que queda en las enajenadas mentes de los costarricenses. Eso es de alabarse, el trabajo es tan sencillo: poner los musculosos brazos del Ganosa a moverse un rato (porque cosa curiosa: no lo ponen a hablar) para ahogar en babas a las mujeres, mientras que a los hombres los deslumbran con bolas de goma falsas en los senos y el trasero de jóvenes que no son vistas más que como mercancías para el dios mercado que busca el embrutecimiento y el consumismo desenfrenado, y pseudoperiodistas que denigran la profesión de tantos que mueren en el mundo por querer hacer bien su trabajo.

 

Por otro lado, se puede ver a las personas gozando con el dolor de los toros, encerrados durante horas de viaje sin alimento, para que descarguen su sufrimiento en contra del lumpen que se presta con orgullo a arriesgar su vida para satisfacer la sed de sangre del pueblo. Nada que envidiarle a las fiestas del coliseo romano, aunque su función sigue siendo la misma.

 

Al mismo tiempo, se inauguran dos nuevos templos de la maquinaria capitalista: Paseo Metrópoli en Cartago y Plaza Lincoln en Moravia. Dos lugares para que la insaciable sed de consumo retorcido al estilo yanqui sea satisfecha. Claro, si es que el costarricense que frecuenta esos lugares (generalmente el sector bajo) puede comprar con los exóticos precios que aparecen en las etiquetas y el tan siquiera salario mínimo que recibe quincenalmente. Pero no importa, el costarricense está acostumbrado a aparentar lo que no es y a gastar el dinero que no tiene, porque, de no ser así, corre el riesgo de parecer polo o maicero.

 

Pero sería bueno hacer un hincapié del caso cartaginés. El famoso Paseo Metrópoli es la edificación más grosera que se haya construido en el país, solo comparable con Multiplaza del Este. Para los que no conocen tan impresionante joya de la arquitectura moderna, basta decirles que fue construida a un costado del más grande precario de la ciudad: el dique de Cartago. Pero el diseño de la edificación no podía darse el lujo de permitir tan abominable presencia de casas de lata en la vista delos exclusivos visitantes burgueses cartagineses. La solución: las ventanas fueron dirigidas hacia el lado contrario y se colocaron enormes vallas publicitarias para que taparan los ranchos y la pobreza. Es decir, quitar de la vista las consecuencias del sistema que sustenta la construcción de estos centros comerciales.

 

¿Y el costarricense?

 

Más feliz. Ahora tiene más centros comerciales, embrutecimiento durante un mes continuo (Zapote, Palmares, Santa Cruz y cuanta fiesta haya), programas de estupidización (por suerte el Chinamo dura unos días, pues ya es suficiente con Combate durante todo el año), gastos innecesarios, endeudamiento y todo bajo la complicidad misma del pura vida, el tuanis y el aquí nada pasa.

 

Sin embargo, mientras esto ocurre, suben el marchamo a los vehículos. Nada tontos los politiqueros de este país. En plena preparación para la fiesta, el tope, los toros y las embriagadas de fin de año, aumentaron el seguro a los automóviles ganando más que cobrándole a las motocicletas. La jugada perfecta.

 

¿Cómo se recibirá el nuevo año? La misma historia de siempre: una cuesta de enero más empinada, RITEVE queriendo recaudar más con la invención de nuevas faltas, aumento en combustibles, aumento en tarifas de servicios, un triste aumento salarial y muchas sonrisas de los costarricenses.

 

Costa Rica es el país más feliz del mundo, aquí nada pasa. Pero esto se debe a que siempre le dan atolillo con el dedo al costarricense, lo garrotean, lo pisotean, lo denigran y este, tan feliz como siempre, sabe recibirlo y hasta lo agradece: vota por los mismos, ve más televisión, compra en los malles y ve Combate mientras añora aparecer en ese programa y tener la fama del nunca bien ponderado Ganosa o “la peque”.

 

Tocará seguir pensando en la Revolución, solo pensando, porque hacerla implicaría el señalamiento de los más felices sobre la faz de la Tierra.

CONTÁCTENOS

equipocritica@gmail.com

PUBLIQUE EN EquipoCritica.org

redaccion.equipocritica@gmail.com