La Crisis de la Democracia Liberal

José Solano Solano

12 de Octubre de 2012

¿Qué es la democracia liberal?

 

Este tipo de democracia nace con las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX en Europa y América. Es un fenómeno de los principios de la Ilustración donde se promulgaba la separación del Antiguo Régimen con los valores humanos. Así es como nace la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, al amparo de la Revolución Francesa iniciada en 1789.

 

Esta democracia, a diferencia de la clásica griega, establece un sistema de representación electoral bajo la fe de salvaguardar los derechos de aquella declaración. La soberanía popular queda así relegada a una mera función electiva donde el representante se compromete a velar por los derechos de esos representados, otorgándosele un poder exclusivo a unos pocos por encima de muchos para que administren los intereses de esa mayoría.

 

Esto plantea una encrucijada frente al papel que juega, entonces, la población respecto a la política. Al eliminarse la participación directa en la toma de decisiones (quedando sometida simplemente a una voluntad de cada proceso electoral), el pueblo termina perdiendo todo contacto inmediato con la solución de sus problemáticas, para dejarlas en manos de un selecto grupo de la sociedad, ajeno también, a esos problemas sociales.

 

Los derechos revolucionarios, pues, terminaron hundidos desde el mismo instante en que se vedó la participación ciudadana en la toma de decisiones para que otros lo hicieran bajo el sistema de representación. El fin último de cada persona terminaría siendo la simple elección de un grupo de personas que tomarían las riendas de la nación a costa de perjudicar, de ser necesario, a diversos grupos humanos, tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales.

 

Que quede claro, eso sí, que la representación no es negativa, pero la misma debe ser compartida y desmitificada. El problema actual radica en que esos representantes tienen más poder que el necesario para la gobernanza, en que poco a poco, y como elemento natural del mismo sistema mundo, van dejando relegados a los ciudadanos a una función productiva (económicamente hablando) y servil (desde el plano político). Esto ha llevado a un alejamiento que socava las bases de la democracia como tal, donde los selectos hombres y mujeres toman las riendas de la nación debido a la desvinculación de un pueblo que solo ha servido a los intereses de los representantes para mantener el sistema económico.

 

Esto ha llevado a creer que solo los ungidos pueden hacer la política, que son los únicos capaces para actuar, so pena de los problemas que hasta la actualidad ha dejado esta manifestación de soberbia, egolatría y vanidad.

 

¿Por qué crisis de la democracia liberal?

 

El liberalismo, como tal, ve al ser humano como el fin último por encima de la sociedad. El desarrollo de las capacidades e intereses individuales está por encima de los colectivos. El liberalismo político pues, alimenta el liberalismo económico en sus más fanáticas expresiones, tal y como ha quedado demostrado históricamente y hasta nuestros días. Este liberalismo ha llevado al mundo a una crisis insostenible, convirtiéndola en una jungla salvaje, donde el ser humano debe despedazar a otro para su propia supervivencia.

 

En el campo político es igual. El que ocupa el cargo público se deja corromper por su situación de poder. Se alza en contra de sus semejantes convirtiéndose en uno más de los carroñeros. El que llega al poder por el voto, busca acomodarse y ajustarse a las circunstancias de hurto y corrupción. El que decide hacer las cosas bien, quedará en los escalones totalmente rezagado, sin poder real de llegar a la cúspide.

 

Todo esto lleva a una crisis sistémica donde el ciudadano común, sin el uso de su poder, más que el de una marca en un papel cada cierta cantidad de años, se da cuenta que algo falla, que hay algo que se pudre, pero que no tiene los mecanismos para retomar las riendas de su destino. Ese ciudadano se percata que su economía familiar va cuesta abajo pero los gobernantes se atiborran los bolsillos de dinero. Ejerce su derecho al voto y se da cuenta que todo sigue igual o empeora. No hay soluciones, a veces, si acaso, algún paliativo.

 

La crisis, pues, radica en dejar en manos de un grupúsculo de personas todo el poder popular mientras se abandona la democracia participativa, y a su vez, todos los intentos de transformación llevados a cabo por ciudadanos conscientes son inmediatamente criminalizados por un orden político que no quiere perder su poder y por una sociedad que vive sumergida en la ignorancia y en la falacia de los derechos y las libertades.

 

¿La solución?

 

Construir una sociedad más inclusiva, justa y solidaria. Una sociedad bien educada en la defensa de sus derechos para hacerlos valer realmente. Una sociedad donde la colectividad esté por encima del individualismo. Una donde la participación activa y el trabajo comunitario sean la panacea de la igualdad, la honestidad y el bien común. Una donde el representante, libremente elegido, se convierta en un simple mediador entre los intereses nacionales y la población interesada. Una donde se lucha día a día por el bien de todos, sin la criminalización de sus actos y la consciencia de que sus acciones son para el cambio. Una donde los derechos sean verdaderamente puestos en práctica y no limitados, violentados o usados para oscuros intereses de unos pocos. Una sociedad sin miedos, sin prejuicios y conscientes de su situación existencial en el mundo es el objetivo a seguir.

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