La Educación Cívica hoy

José Solano Solano

27 de Junio de 2011

La formación ciudadana en el contexto latinoamericano desde principios del siglo XX hasta nuestros días

En las postrimerías del siglo XX, se vislumbraba un nuevo proyecto nacional latinoamericano. Este proyecto, de corte liberal, tenía como función primordial la creación de una homogenización cultural y social con base en los postulados de la igualdad entre los hombres, la ciudadanía y la nación como ideales a seguir. Sin embargo, este proyecto de nación no podía ser impuesto como casi todas las demás políticas económicas o sociales, si no que tuvo un proceso de interiorización que poco a poco fue asimilado por las capas medias y bajas, sobre todo por estas últimas, principales objetos de estas políticas. Esto tuvo su desarrollo por medio de la escuela.

 

Surge así la disciplina de la Educación Cívica con el fin expreso de estandarizar una cultura única basada en las premisas europeizadas de ciudadano, mismas que, evidentemente, no calzaban en las muy diversas realidades de los pueblos y culturas.

 

El sistema escolar se convirtió en el escenario de domesticación ciudadana por excelencia, donde la pureza y el “blanqueamiento de la raza” fueron los postulados que debían ser alcanzados, es decir, la negación del yo para asumir al otro blanco, culto y europeo.

 

Los actos cívicos, el fomento de los valores patriarcales familiares, los desfiles, el acatamiento indiscutible de la ley y de las acciones del poder opresor, el mantenimiento del statu quo y las relaciones de desigualdad entre muchos otros fueron los accionares pedagógicos de los docentes sobre las grandes masas de obreros y campesinos que podían acceder al sistema educativo escolar; los que no, eran domesticados mediante acciones concretas de opresión por parte del sistema.

 

Durante todo el periodo liberal ésta fue la tónica educativa en materia ciudadana. Con el arribo de los estados de Bienestar la situación de la disciplina solo se tiñó de matices que se amparaban al contexto histórico de la época. Se mantuvieron los mismos ideales pero ahora con un carácter más crítico hacia el proyecto liberal, con miras a la conformación de una nueva base social, defensora de esta construcción de estado nacional, el cual trató de alejarse de las grandes potencias en materia cultural para optar por una estructura nacional y latinoamericana más fuerte, sin embargo, no aspiraba a un proceso transformador de las estructuras si no, como su antecesor, a mantener y consolidar el proyecto de las élites gobernantes.

 

Esta necesidad es comprensible teniendo en cuenta que la nueva élite, en especial los empresarios, relacionados con la industria pretendían consolidar el nuevo modelo de desarrollo socioeconómico. Para lograr este objetivo el Estado, nuevamente, apuesta por un proyecto educativo y cívico en defensa del modelo, evidencia de ello es la promulgación de la Ley Fundamental de Educación y el enorme impulso a la educación secundaria a partir de los setenta.

 

Mas este proceso de domesticación se concreta a partir de la crisis de la década de 1980 cuando se replantea el modelo de desarrollo a seguir. Este no es más que la consolidación del mercado por encima de las políticas de Estado. Los gobernantes poco a poco se arrodillan a las transnacionales y la educación se convierte en fiel instrumento de dominación y perpetuación de un sistema más excluyente y egoísta.

 

En este sentido, la educación cívica ha tratado de perpetuar los viejos valores liberales, tratando de rescatar lo poco salvable del paternalismo de Estado, sin embargo, los valores de mercado se han impuesto como baluartes de una sociedad mundial.

 

Independientemente de que se trate de amortiguar el peso del mundo globalizado a través del fomento de valores alguna vez tenidos, la realidad se desenvuelve en un entorno muy diferente a esta tensión escolar. La realidad es que, detrás del “rescate de la identidad”, en la escuela se sigue promoviendo la competencia, la competitividad, el crecimiento individual y, más solapadamente, un maquiavelismo radical.

 

Detrás de los viejos ideales de la blancura de la raza, del “pacifismo”, de la igualdad, la diferenciación con respecto al otro y la negación del indígena mientras se desea ser como el extranjero adinerado y albino, así como el intento de perdurar en la memoria una sociedad idílica de un Estado preocupado por la distribución de la riqueza, se esconde una realidad que pretende consagrar todo lo anterior (fallido evidentemente) con los nuevos postulados que el mundo globalizado le exige.

 

La Cívica, vista desde este punto, se torna en un contradictorio vaivén de mitos y verdades, donde los mitos se tratan de presentar como la verdad y esas verdades son más crudas que la forma en que son presentadas. El objetivo final es amoldar o adaptar a la sociedad a las mismas formas de dominación institucionales ya existentes.

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