LA SOLIDARIDAD más allá de la solidaridad

José Solano Solano

24 de Febrero de 2010

Las condiciones climáticas en nuestro país han puesto en jaque a nuestras autoridades. Los desastres han sido abrumadores; daños materiales y muertes. Sin embargo, sería tonto pensar que esto es culpa de la naturaleza, hoy sabemos que se trata de fenómenos completamente naturales, el ser humano es quien aumenta su intensidad al construir en zonas de clara afectación, esto es culpa, sobre todo, de nuestros gobiernos ineficientes en el control y previsión de posibles efectos.

 

Poder destructivo o constructivo genera nuestra naturaleza. Destructivo jamás, eso es evidente, el problema es que las personas se encuentran a su paso, eso es lo que las afecta directamente. No es voluntad de ningún dios ni del destino, es solo un proceso continuo e inacabado, ocurrió y seguirá ocurriendo, así se conformó nuestro planeta y es parte de su evolución. El detalle aquí son las personas y su poder de acción para enfrentar estos fenómenos naturales.

 

Se ha demostrado la capacidad enorme del pueblo costarricense para actuar frente a las tragedias y afectaciones sobre la vida humana. Ciudadanos convertidos en rescatistas, anteponiendo su misma seguridad e integridad para ayudar a sacar cuerpos y buscar personas desaparecidas. Por otro lado, se manifiesta la solidaridad de todo un pueblo para colaborar a los damnificados. Estos gestos de amor son comunes en la sociedad costarricense cuando el momento lo amerita, lastimosamente se quedan en un contexto temporal y espacial determinado, pronto se olvidan, aunque esto parece ser la tónica en toda la América Latina, desempolvando un poco la memoria se podría recordar el terremoto de Haití.

 

Pero, ¿Dónde queda la solidaridad con mayúscula? Costa Rica ha venido perdiendo esta solidaridad, la más grande, la más bella, la cargada por un intenso amor. El proceso de globalización de la economía y la cultura se ha traído abajo todo un sistema social que buscaba integrar a las mayorías y que generó avances importantes. Hoy día, en esta fase neoliberal, la búsqueda de la apertura comercial y de mercados antepone el bienestar humano por el interés avaricioso de unos pocos. Economía y política se entremezclan para satisfacer las necesidades –y no necesidades– de un pequeño sector de la sociedad, dejando de lado el interés social del cada vez más creciente estrato bajo del pueblo.

 

Es necesario replantear las políticas públicas, pero también iniciar un proceso de concientización social que recuerde a las personas que existe un mundo afuera, una realidad inherente, imposible de dejarla, pero posible de superarla.

 

Se necesita de un pueblo solidario, recobrar los valores humanos, en especial del amor. Amor y solidaridad son uno, la persona que se solidariza está amando, quizás sin saberlo. Aún así, queda claro que existe un grupo de personas en el poder político y económico que le molesta esta actitud, el egoísmo es su consigna. Se debe acabar con esa inconsciencia. Se debe retomar el papel del Estado, profundizar las políticas sociales, disminuir la brecha entre ricos y pobres, buscar espacios para estos últimos y controlar el descontrol infrahumano de los primeros. Capitalismo, globalización o neoliberalismo, como quiera llamarse, son incompatibles con la solidaridad, con el bienestar común, con la dignidad humana.

 

Costa Rica lleva un rumbo de debacle, se encamina hacia todo tipo de inseguridad. Se están profundizando las desigualdades. O se concientiza por la acción cultural, por medio de un proceso educativo revolucionario, popular, de exigencia contra la concentración de capital, o se concientiza por el desgaste, el cansancio y la desesperación que cada vez más le ahoga. Esto no le corresponde a los gobiernos, claros desinteresados en generar los cambios necesarios. Esto será, y debe ser, llevado a cabo por las masas acarreadas al olvido y el abandono, es el pueblo oprimido el que alcanzará las transformaciones para recobrar la solidaridad y el amor que se ha venido perdiendo.

 

O se corta la raíz del problema, raíz que hoy se encuentra en la cúspide de la pirámide, o se cae el árbol por su propio peso, árbol cada vez más grande y en podredumbre, afectado por las plagas más dañinas: la pobreza, el desprecio, el egoísmo, el pisoteo, la burla y el engaño. Plagas que crecen como las mareas, como las olas en la tormenta.

 

¿Dejar que las condiciones materiales actuales concienticen desde ahora o permitir que sigan su curso? Opto por las dos. ¿Por cuál optará el poder?

 

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