Los nuevos programas de Estudios Sociales, aunque se vistan de seda, son la misma cosa

José Solano Solano

25 de Marzo de 2014

Los nuevos programas de Estudios Sociales, en lo que pareciera su versión definitiva, terminaron siendo exactamente lo mismo de aquello que fue tan duramente criticado por profesionales de educación secundaria y universitaria, así como de los gremios sindicales y el propio COLYPRO. Una breve observación de estos demuestra que no hubo cambios reales, tan solo rellenaron (literalmente) los huecos que traía la primera propuesta. Sin embargo, esta última versión sigue manteniendo los mismos problemas epistemológicos, metodológicos y evaluativos.

 

Aquellos cinco hitos (por no decir mitos) que, según el ministerio definían a Costa Rica, fueron sustituidos por “las grandes aspiraciones” a las que se compromete el país hacia el futuro. La “Costa Rica verde” fue sustituida por la “Costa Rica sostenible”, pero el idilio es el mismo. Por otro lado, si bien se eliminó aquella idea chocante de formar ciudadanos para el mercado, en el trasfondo, dicho ideal se mantiene sólidamente estructurado.

 

En la evaluación, el problema que se planteó en un primer momento, radicaba en la creación de un proyecto anual, mas los ejes temáticos que se trabajan por nivel son disímiles, lo cual no prevé posibles cambios en el transcurso del mismo, así como la disociación de los contenidos que se empiezan trabajando en el primer periodo y los que se continúan en el segundo y tercero. Esto se mantuvo intacto, no hubo cambio. Si bien ahora se explicita la inclusión de una prueba de ejecución, sigue el dilema sobre cómo aplicarla a una asignatura como los Estudios Sociales y, no solo eso, con las diferencias que existen respecto a los cursos de la educación técnica, los cuales son más prácticos que teóricos y mucho más reducidos en estudiantes. Es el clásico: aplique y punto.

 

En el aspecto de la malla curricular, los contenidos se mantienen con la misma lógica de la primera propuesta, tan solo se le agregaron más contenidos cuyo fin es tratar de unificar los vacíos históricos, pero queda manifiesto que se obviaron todas las recomendaciones de los historiadores que se pronunciaron al respecto. La Historia se sigue viendo totalmente desarticulada, se dan saltos monumentales y regresiones incomprensibles, esto ocurre en un mismo nivel o en diferentes. Igualmente, queda totalmente eliminado el conocimiento de la Antigüedad que no sea el grecolatino, si acaso se hace alguna mención a los mil años de historia que implicó la Época Medieval (el cual se incluyó en un solo punto) y se tratan de remojar los contenidos de Historia Moderna y Contemporánea con posiciones medianistas respecto a estos procesos en la construcción de la sociedad de hoy. No se pueden formar personas críticas con contenidos carentes de ello, en especial cuando estos se acomodan a la fuerza.

 

Ahora bien, entre las críticas más duras hacia la propuesta anterior se enfocaban en la práctica desaparición de la Geografía como disciplina. Los cambios propuestos incluyen en el primer periodo de noveno año, como punto único, lo que antes tomaba estudiarlo durante un trimestre completo (en el mejor de los casos) en sétimo año, llámese: fundamentos cartográficos, formación del relieve, formas de relieve, clima, vegetación. Este fue, quizás, el relleno más evidente de todos y lo acomodaron donde mejor les cupo.

 

En cuanto al tema ambiental, el cual se valora profusamente su inclusión, tiende a caer en excesos. Se estudia en varios niveles y pareciera que su intencionalidad es vender la idea “corregida” de una Costa Rica verde. Es decir, si bien los nuevos programas se concentran en este tema como un eje central, lo que se denota es una necesidad de legitimar la moral oficial de preservación sin una crítica real hacia las políticas y acciones en contra del medio ambiente: decreto a favor de la minería, llamados del gobierno a combatir ambientalistas o la muerte de Jairo Mora Sandoval. El idilio del ecologismo se contrapone a una realidad poco cuestionada.

 

Por enésima vez ocurrió: los educadores no fueron consultados, los pronunciamientos y recomendaciones de las universidades públicas fueron ninguneados, lo mismo sucedió con los gremios sindicales y COLYPRO. Es decir, lo que se vislumbra de todo este atropellado proceso de reformas de los programas de Estudios Sociales es que se deben aprobar a toda costa, pisoteando a los profesionales y especialistas que han dado sus criterios. Entonces nace la pregunta: ¿Qué se busca con la aprobación de unos programas tan cuestionados? ¿Cuál es el interés que hay de fondo? ¿Cuál es la prisa de aprobarlos? ¿Por qué solo rellenar con más contenidos y no replantear un cambio sustantivo? Sólo el tiempo lo demostrará, pero algo predice que esto será igual o peor que Educación Cívica. 

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