Misión cumplida Jairo

José Solano Solano

12 de Junio de 2013

Después de un largo viaje hasta Limón, llegamos a playa Moín, en el mismo lugar donde días atrás había sido cobardemente asesinado Jairo Mora Sandoval, un joven ambientalista que dio su vida por las tortugas. Al pensar en todo esto, se llega a la conclusión de que algo tienen en común él y los animalitos que tanto cuidaba: ambos están en peligro de extinción, quizás por esa razón es que necesitamos más hombres y mujeres como Jairo. No lo conocimos personalmente, pero no importaba, él llevaba nuestros sueños sobre sus hombros, éramos compañeros sin habernos visto jamás.

 

El vehículo tuvo que adentrarse en el río desbordado que cruzaba el camino, al fin llegamos donde doña Fernanda y su familia. Son personas de gran corazón, trabajadoras, luchan día con día por salir adelante, no anhelan cosas materiales, tienen valores muy fuertes; estos elementos son los fundamentales para forjar la personalidad de Jairo, de ser quien fue. Hablar con ella fue gratificante, primero porque fortaleció la impresión que teníamos de Jairo; segundo porque nos demostró que la muerte de su hijo no fue en vano, que fue valiosa su lucha y que, por esa razón, oscuros intereses están detrás de su partida.

 

Nos comentaba que su hijo dio la vida por lo que más amaba: las tortugas. Ella estaba orgullosa de su hijo, de su vida entregada por los demás. Jairo, quizás sin saberlo, luchaba realmente por la humanidad y no solo por las tortugas, parafraseando a Chico Mendes. Hoy su madre lo comprende mejor, y aunque él ya no está con su cuerpo, su espíritu sigue en los corazones de otros que, como él, luchan por un mundo diferente, otros sin nombre dispuestos a caer donde la muerte los encuentre.

 

Jairo vivía por y para las tortugas, nos comentaba su madre. Dijo una vez que “uno se muere en una cama o en la playa”, alegando que si habría de morir, sería haciendo lo que amaba y en el lugar donde lo hacía. Amaba también a su abuela, disfrutaba recostarse en la cama con ella cada vez que llegaba de visita donde su familia; sin embargo, se iba en esos días de descanso a la playa, a vigilar como siempre, a enseñar a sus amigos la labor del conservacionismo, no descansaba en su faena. No creía en las armas, decía que no las necesitaba, solo contaba con un lapicero, una linterna y un cuaderno de anotaciones. No vistió jamás de pantalón largo ni con zapatos o tenis, no le gustaba y pensaba que no era necesario para su trabajo, tan solo vestía con camiseta de tirantes, pantalón corto y chancletas, a pesar de los esfuerzos de doña Fernanda al aseverarle que cuando tuviese otro trabajo lo requeriría, pero Jairo le afirmaba que siempre se iba a dedicar a la conservación.

 

Pero lo que más recuerda su madre es aquella frase que su hijo repetía cada noche al hablar vía telefónica con ella: “Misión cumplida”. Estas palabras las escuchaba doña Fernanda a las siete de la noche cuando ambos se comunicaban, antes o después de patrullar la costa. ¿Y cuál era esa misión? Ayudar a una pequeña tortuga en su destino al mar, ya fuera rescatando quinientos o mil huevos o siquiera una sola, Jairo sentía la satisfacción de haber dado algo más, de haber logrado su fin existencial: dar más vida.

 

Nosotros solo decimos: misión cumplida Jairo, lo lograste, nos despertaste a muchos, nos has dado nuevas razones para seguir luchando, tu vida no ha sido en vano. Vendrán otros como tú, capaces de entregarlo todo, de amar infinitamente. De nuestra parte seguiremos tu ejemplo, lucharemos por esa estrella elegida. Gracias infinitas por estar aquí, junto a otros que murieron por la justicia, por el amor solidario, por la libertad. La Revolución la continuaremos nosotros.

CONTÁCTENOS

equipocritica@gmail.com

PUBLIQUE EN EquipoCritica.org

redaccion.equipocritica@gmail.com