Mitigar y apechugar en tiempos de incertidumbre

José Solano Solano

16 de Febrero de 2018

La segunda etapa de este proceso electoral se gesta en medio de un suspenso aterrador. Los números dan un empate técnico entre Fabricio y Carlos Alvarado (aunque por ahora pinta que el primero lleva la delantera). Una segunda ronda inusual por cuanto los temas de análisis político de los votantes se ha centrado desde hace un mes en debatir una ideología inexistente, una familia modelo que pertenece al siglo XIX y si se acepta o no que las parejas del mismo sexo puedan contraer matrimonio. Poco o nada se ha debatido sobre temas fundamentales como lo son el económico o el social. Todo indica que la dirección de la orquesta la están programando otros actores de la política nacional.

 

Ahora bien, ha de hacerse un hincapié: el tema de los derechos humanos está en juego, no cabe duda. El discurso del odio de Fabricio Alvarado está calando profundamente al punto que es quien dirige lo que la prensa publica o no. Es Fabricio Alvarado el centro de atención: un candidato torpe en materia política que ha sabido plegarse a su sermón dominical de los valores cristianos para ponerlos en la palestra del debate, sin ningún contenido más allá de ese. Perfecto para ser la mofa de los sectores progresistas, liberales, de izquierda y ateos. Y sin embargo, pareciera que conforme más se trata de anular a Fabricio, entre sus seguidores se va dando un plegamiento cada vez más consistente para elegir a su líder mesiánico tal y como las profecías lo han dictado a través de sus pastores.

 

Por otro lado, un Carlos Alvarado que confía en un sector progresista y resignado de la izquierda tica para que dé un vuelco hacia la incertidumbre. Un candidato que la tiene difícil ante un escenario manchado por el caso del “cementazo”, el ataque al sector trabajador a través del congelamiento salarial, el impulso necio de los impuestos indirectos y la promoción de un conjunto de leyes que vendrían a debilitar el poder adquisitivo de la raquítica clase media que, curiosamente, pareciera ser la que más lo apoya en este momento. Un Carlos Alvarado que ahora se muestra tímido en los temas sensibles relativos a los derechos humanos y que su centro de atención lo ha girado hacia la reforma fiscal, poco aceptada por la sociedad costarricense debido a su carácter regresivo.

 

Y como si no fuera poco, ahora los candidatos se reúnen con la crema y lacra del viejo bipartidismo. Fabricio hizo su parte con el cuestionado expresidente Miguel Ángel Rodríguez y su contraparte Carlos llamó a Oscar Arias para pedirle consejo. Parece que las jugadas que está llevando a cabo el aspirante del PAC se acercan a una tierna inocencia, mientras que poco a poco Fabricio empieza a mover fichas adelante. Y cuidado, no vaya a ser que el tontuelo extremista, en uno de sus disparos al aire, pegue una. Esto se plantea porque Carlos Alvarado está pidiendo cacao al partido que ha estado “condenando a Costa Rica” durante décadas, el mismo que ha llevado “malhechores al congreso y a las municipalidades”. La poca expresividad de Oscar Arias deja mucho que desear de su encuentro con el candidato del PAC, quizás no dio la bendición esperada. Aun así, no cabe duda que esa visita se vio fea, por todo lo que ha representado Arias, eternamente criticado por Acción Ciudadana.

 

Por otro lado, ahora muchos de los excandidatos se acercan a Fabricio Alvarado. Puede interpretarse esto como una posibilidad de acceder al pastel. Es evidente que la falta de expertis del candidato de Restauración Nacional quiere ser aprovechada por los más “vivillos” y de largo colmillo y espuela. Ahora todos ven una posibilidad de manipular a Alvarado de cara a un muy posible gobierno suyo. No sería de extrañar pues, que ya el propio Liberación Nacional esté buscando pactar con los evangélicos como lo hiciera Dios en el Sinaí. Sorpresas vendrán, pero no vaya a ser que el Fabricio le salga “chúcaro” a más de uno y termine siendo la peor de todas las sorpresas.

 

Costa Rica está a las puertas de un futuro incierto. La violencia poco a poco empieza a desatarse entre los fundamentalistas que llevan su Hitler en el corazón bendecido por Dios. Fabricio es nefasto en todas sus propuestas y Carlos es el pésimo mal que la resignación está llevando a elegir. El costarricense puede decidir entre la lepra y la malaria (al fin que eso es la democracia), pero la lepra siempre se verá más fea, al menos es la lógica que está llevando desesperadamente a votar por Carlos Alvarado. Por otro lado, se forja una coalición que al inicio parecía un impulso de espontaneidad y organización cuyo precedente directo sería la experiencia de los comités patrióticos. Lamentablemente, las distancias entre uno y otro son abismales, flaco error sería compararlos y asemejarles. Del ciberactivismo y el “parlaspam” de las redes sociales no se pasa.

 

El camino que se viene no es halagüeño por ningún lado. Si queda Fabricio, el fascismo y el fundamentalismo religioso pueden tomar una fuerza sin precedentes. Si gana Carlos, la política extractivista, represiva y de economía compulsiva podría desencadenar una ingobernabilidad para el letargo. Uno viene por los derechos individuales y el otro viene por los derechos económico-sociales. Estas elecciones están de terror, como nunca antes vividas quizás.

 

Queda mucho por hacer. La más grande enseñanza que ha dejado este proceso es que hay una vieja escuela que retomar: el trabajo con las barriadas y comunidades que otrora estaban ocupadas por las organizaciones sociales. Hoy, estos espacios han sido colmados de iglesias que sustituyeron a los partidos, a la religión católica y al propio movimiento social. Así como esta coalición, todos han caído –mea culpa también– en un ciberactivismo academicista de mera resistencia y con pasos en retroceso de organización política, así como del vacío y corrompido electorerismo. Esto hastió a las masas empobrecidas y olvidadas del Estado para ser cooptadas por el mensaje metafísico de la salvación eterna frente a un mundo de miseria. Falta mucho por retomar de la vieja escuela, pero nunca es tarde para recomenzar la tarea pendiente. Pero esto no sería para la elección de abril –de esa que sea Dios quien libre a Costa Rica (al cabo que parece ser el candidato del costarricense promedio) – sino que es un trabajo que ahora debería de empezar con una proyección al mediano y largo plazo. Pero bueno, ahí queda picando, quizás.

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