Necesidad y tenencia. La deshumanización de la existencia

José Solano Solano

10 de Julio de 2014

Una introducción necesaria

 

Lo que a continuación el estimado lector honrará, forma parte de una serie de divagaciones producto de la lectura consciente sobre el materialismo histórico. No se plantea la verdad, tampoco la exhaustividad del siguiente discurso, tan solo la reflexión que cualquier persona puede tener sobre la realidad de su mundo, aunque ello no conlleve respuestas claras. Mantener la vigencia, así como la revisión constante, del materialismo, es una tarea monumental en este mundo de posguerra fría. Creer en el materialismo, y por ende en el socialismo, es alejarse por completo del mal llamado “realmente existente”, pues evidentemente se alejaba por completo de lo que se esperaba que realmente existiera.

 

Quizás el crítico lector no crea, ya sea por convicción o pesimismo, en los postulados que hace más de cien años se planteara un barbudo alemán. Quizás considere que las mismas ideologías han muerto o que la historia ha llegado a su fin. Aquí pues, no encontrará esa discusión otrora realizada por quien escribe en algún momento pasado. Lo que sí hallará el lector, es un intento por explicar la razón de la humanización o deshumanización de la persona desde un plano dialéctico, mismo que titula este pequeño, y quizás, aporte. Al final, será solo quien lee esto, el que determinará si las interpretaciones planteadas tienen algún asidero sustancial. Otros más perspicaces, notarán que el siguiente texto no dice muchas cosas novedosas, mas trae nuevamente al debate una discusión que, con la era posmoderna, probablemente se daba por muerta.

 

Tener y necesitar

 

Analizar el sustrato que encierra la humanización o deshumanización de la persona, debe hacerse desde dos planos opuestos pero con características históricas: tener y necesitar. Esta definición dialéctica arroja la raíz de la posesión (analizada como propiedad desde el punto de vista genérico) de un objeto material y espiritual. Así, tener implica la apropiación del objeto por parte del sujeto. Esta apropiación le da una característica individual al proceso o ámbito de acción que conlleva poseer algo. Es decir, tener es apropiarse y solo el sujeto-individuo lo puede hacer. Al llevar a cabo esta acción, el objeto se cosifica, es un algo determinado por la tenencia, por la apropiación. Y se cosifica en el tanto pierde su propiedad de valor sustancial al formar ya, parte del sujeto.

 

Mientras tanto, la necesidad se entiende desde el otro, el colectivo. La necesidad no es desposeer, no es desapropiarse; es más bien una no tenencia compartida, una carencia relativa, incluso absoluta, de algo. Mientras el sujeto que tiene se humaniza frente al objeto que se cosifica, el objeto que necesita está cosificado frente al sujeto humanizado. La no tenencia no deberá entenderse como escasez total (aunque puede darse), sino como ausencia de lo necesitado. Así como la tenencia implica la posesión material y espiritual del objeto, la necesidad implica la ausencia objetiva y subjetiva del sujeto. El objeto, visto como ser inanimado, inconsciente, y el sujeto visto como ser humanizado, sustanciado de la consciencia.

 

Hasta aquí un breve hincapié para aclarar el juego de palabras anterior. La posesión, entendida como la capacidad de tener; y la escasez de lo necesitado, se considera desde la relación entre el sujeto y el objeto, ambos con personalidad propia, es decir: la persona. Sin embargo, para que uno tenga (sujeto), debe existir uno que necesita (objeto), pues el que tiene es producto de lo que necesita el otro. No hay una igualdad de condiciones sobre la posesión material o espiritual, pues ambos tienen capacidades distintas al poseer: uno necesita lo que tiene el otro. Ahora bien, como se analizará más adelante, la tenencia del otro encierra otro concepto: la abundancia.

 

Toda esta idea parte de la dialéctica hegeliana, donde aquel que tiene al otro, o el deseo del otro, ha logrado su reconocimiento como superior, pero en su consciencia vencedora y del sometimiento del otro por medio del trabajo, se empieza a cosificar en el ocio que se apodera de él. Dicho en otras palabras, la necesidad transforma al objeto-colectivo en cosa por el hecho de no tener, pero esta condición de necesidad le da consciencia creadora al objeto-colectivo que lo humaniza poco a poco. Sin embargo, a diferencia de Hegel, no es la creación propia, por medio del trabajo, la que humaniza per se. La creación es solo un estadio en el proceso de humanización. Más bien, se trata de la consciencia recreadora la que culmina la humanización, pero es inacabada y, por tanto, constante. El problema que enfrentaría al nuevo sujeto sería cómo afrontar su proceso de humanización continuo para no cosificarse otra vez. Esa es la tarea de la consciencia creadora y recreadora del ser, la culminación es la libertad, la cual no puede ser estática, sino en permanente renovación y esta tiene, además, su sumidero en la colectividad como sustancial a ese objeto.

 

Otra breve pausa ha de hacerse para comprender mejor la naturaleza del sujeto y el objeto. Por un lado se trata, como se dijo, de la persona que se convierte en sujeto u objeto de acuerdo a su posesión material y espiritual. Por otro lado, se trata de su condición de individuo y colectivo, razón que necesitaría mayor profundización.

 

En el primer caso, el sujeto es tal en su posesión de los bienes materiales e intangibles, de estos últimos entiéndase la libertad sobre todo. Mientras tanto, el objeto lo es por la escasez de ellos. En suma, el sujeto es en la posesión de todo aquello que necesita y que le sobra; pero el objeto no puede ser en tanto es incompleto, le falta siquiera lo necesario. El sujeto, que goza de la libertad, se humaniza. El objeto, carente de esta, se cosifica. En el segundo caso, el sujeto tiene su condición individual en su tenencia. Al tener y apropiarse de más allá de lo necesario, no ve la necesidad de la colectividad en tanto esta le suministra de sus posesiones materiales por medio del trabajo servil de otros. El objeto, por su lado, visto desde la colectividad por su necesidad, se debe al sujeto que lo tiene atado, encadenado. Al necesitar, no se percata de esa condición existencial, el sujeto que esclaviza lo impide para seguir teniendo. Solo la consciencia lo liberará, pero esta solo puede ser lograda en la colectividad misma, pues ese ser inconsciente se explica en su relación con otros.

 

Humanización y deshumanización

 

En la tensión constante entre tener y necesitar, a la vez que está en juego la humanización del sujeto, se haya también su riesgo de deshumanización. Esto porque el sujeto que posee, que tiene, al acaparar más de lo necesario, lo hace a costa del necesitado pues le quita su posibilidad de tener. Esto deshumaniza al sujeto que ahora empieza a cosificarse. Sin embargo, la deshumanización del sujeto no es completa porque, aunque se desposea del exceso de tener, su desposesión jamás será absoluta, como sí puede ocurrir en quien necesita. Mas la cosificación del objeto necesitado sí puede abarcarle por completo, pues puede carecer totalmente, puede estar privado de su necesidad, aunque esta no es la norma general. Esta necesidad, como fue visto, se trata en su doble condición: material o espiritual.

 

¿Por qué ocurre el proceso de cosificación desde la humanidad hasta la animalidad? Quizás el prudente lector vea con recelo tal cuestionamiento, mas un sencillo y deducible razonamiento podría develar una verdad y es Hegel, nuevamente, quien lo había planteado con anterioridad.

 

El sujeto humanizado, que ha suplido su necesidad, al convertirse en ser que tiene, se posibilita para poseer más. Esta posesión acumulativa le lleva a provocar la carencia en otros, llamados aquí objeto. Su acumulación egoísta lo empieza a deshumanizar, transformándolo poco a poco en cosa, en animal, en irracional e insensible que solo vela por su yo por encima de los otros. En su opuesto, el objeto cosificado por el sujeto, que no puede suplir su necesidad, sino que más bien carece, está determinado por la insatisfacción de los requerimientos básicos que lo humanizarían material e intangiblemente. Ante tal carencia, el objeto cosificado, inanimado, toma la consciencia de su situación existencial y lucha por superarla. La noción de necesidad es la que lleva al ser a su progresivo compromiso por tener aquello necesitado. Esta noción ha de verse como trascendente, porque humaniza y, por tanto, libera.

 

Nótese como existe un proceso de transformación desde la humanidad del ser, de la racionalidad y la consciencia, hasta la deshumanización que implica la irracionalidad y la inconsciencia; y viceversa. La raíz de la deshumanización sería acumular. El que acumula más de lo que necesita, como se dijo, inhibe a otros de poseer. Esto es aún más peligroso cuando se trata de lo espiritual, lo etéreo, lo intangible: la libertad. Mientras tanto, el que necesita, al tomar consciencia de su situación existencial de carencia, material y espiritual, lucha por tener lo que se le ha quitado para superar su estado de necesidad.

 

Una vez suplida la necesidad, el objeto cosificado deja de serlo y se transforma en sujeto humanizado: tiene, posee. Pero, al igual que el anterior sujeto, si este nuevo es apropiado por el sentimiento egoísta de la posesión, se deshumanizará progresivamente.

 

En conclusión

 

La racionalidad del ser-sujeto, llámese consciencia de ser, de estar, de porvenir, establece los parámetros de la humanización. En el tanto esa consciencia no sea alimentada constantemente de humanidad, conllevará irremediablemente a la animalización, a la cosificación individual. La colectividad cosificada solo podrá humanizarse en esa toma de consciencia de su necesidad. Cuando el proceso de transformación de las estructuras que alimenta la tenencia y la necesidad sea cambiada y superada de forma absoluta, la persona como individuo y como colectivo, alcanzará la trascendencia del ser. Porque no basta con tener o necesitar, la humanidad trascendente, nueva, es aquella que alejará de sí todas las formas de dominación, de represión y autoridad. Se habla, pues, de la tenencia de lo necesario, pero, evidentemente, bajo condiciones de igualdad.

 

Tener suple la necesidad. Es alcanzar una condición de igualdad real entre dos sujetos que tienen lo necesario para ser humanos. La igualdad no dependerá de una imposición social, humana, culturalizada, sino de la esencia misma del orden natural, de dos seres que ya no serán sujeto y objeto, sino ambos sujetos dotados de la consciencia de su sentido humano. Al no poseer más de lo necesario, que en parte es también la aceptación de la igualdad absoluta, material y espiritual, no habrán razones para someter o marginar por otra condición cosificadora. Dos consciencias que aman, que anhelan, que liberan, que se igualan una a la otra por su mera naturaleza humana, es la idea central que culmina la superación final de quien tiene y quien necesita. 

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