Patriotismo Versus Nacionalismo. Despejando los Nublados del Día

José Solano Solano

30 de Julio de 2010

Es interesante notar como un pseudonacionalismo de pronto aflora entre la población costarricense. Una risible necesidad de identificación nacional ante los “otros”, chivos expiatorios tomados para el deleite politiquero de dos gobiernos que se encuentran en entre dicho ante la opinión pública. Por un lado, Ortega viene manejando una crisis interna que no ha podido sofocar, por lo tanto, el oportunismo no se ha hecho esperar pues necesita rédito electoral si pretende continuar con sus insanas políticas internas.

 

Por otro lado, la presidente Chinchilla ha dado claras muestras de ingobernabilidad y poco o ningún diálogo interno. Se ha portado completamente indiferente hacia la protección al ambiente, dándole una bofetada como su predecesor, así mismo, debe acallar los gritos desesperados de auxilio de un país azotado por la naturaleza ante su impotencia para mitigar tan abrumadora fuerza natural y ni que hablar de la autopista a Caldera.

 

No cabe duda que este pequeño conflicto entre los gobiernos de Nicaragua y Costa Rica solo responde a una cortina de humo que se extiende frente a nosotros para ocultar los verdaderos problemas de cada país. Chomsky lo plantea muy bien al afirmar que lo importante es “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a [la] granja como los otros animales.” (Armas silenciosas para guerras tranquilas)

 

Así mismo, lo que todo este conflicto ha despertado, tanto en Costa Rica como en Nicaragua, es un sin sentido fluir de emociones nacionalistas cuyo fin es “ponerle picante” al problema entre la opinión pública, despertando, igualmente, la xenofobia entre ambos países. El montaje está hecho, los gobiernos se la han jugado bien, anteponer los sentimientos nacionalistas por encima de la razón. Chomsky continúa “Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…” (Noam Chomsky y las Diez Estrategias de Manipulación Mediática)

 

Esta práctica emocional solo beneficia a ambos gobiernos. Ambos presidentes están quedando como los buenos de la película frente a la opinión pública, despertando una posible alza en las encuestas y haciendo al pueblo olvidar sus errores políticos y sus jugadas sucias frente a la población. Esto solo los empodera aún más.

 

Hoy hacemos un llamado a defender la patria. A llenarnos de un fervor patriota y soberano. Pero no ante una venda en los ojos. Este famoso conflicto no beneficia a dos pueblos con una historia tan estrecha como la costarricense y la nicaragüense. Dos pueblos con mucho más en común que cualquier otro pueblo en América. Históricamente unidos, de hermandad sanguínea, aunque con sus diferencias políticas, económicas y sociales. Diferencias que los enriquecen, y que en sus profundos problemas hallan a un mismo enemigo: gobiernos complacientes con el imperialismo.

 

La historia de ambos es tan estrecha desde su historia antigua misma. Las relaciones políticas, económico-comerciales y socioculturales nos han marcado desde antaño, pasando por la época colonial hasta bien entrado el siglo XIX. Las diferencias radicarían en la posición estratégica de uno con respecto al otro, hecho que marcaría el curso de la historia de nuestro hermano país Nicaragua y las ansias imperialistas por construir un canal interoceánico y de ahí las postrimeras consecuencias de la Guerra Centroamericana de 1856 – 1857. A partir de ese entonces, los rumbos de ambos estados estarían marcados por la presencia militar y maniquea de los Estados Unidos en Nicaragua, asesinando e imponiendo crueles dictaduras e imposibilitando cualquier síntoma de liberación ciudadana, rasgos aún presentes en su realidad actual como en la nuestra.

 

Para nadie es un secreto que nuestro país siempre ha sido más complaciente y hasta alcahuete de todas las prácticas injustas de los Estados Unidos en nuestro territorio. Desde la entrada de la Mamita Yunai y el ferrocarril, hasta el Ajuste Estructural y el Tratado de Libre Comercio, así como muchas otras aberrantes políticas impuestas y que han sido aceptadas por quienes nos han gobernado, anteponiendo los intereses de las grandes transnacionales por encima del bienestar común.

 

Lo más gracioso de esta historia tan telenovelezca y en la que nos hemos dejado embaucar, es que tiene una salida sencilla. Ramón Flores lo afirma al aceptar que “El fallo de La Haya de julio del 2009 ratifica el sumo imperio de Nicaragua sobre el Río San Juan, siendo aceptado en su totalidad y recibido con beneplácito por Costa Rica, de acuerdo a las noticias de ese entonces.” (La Crisis del Río y el Oportunismo de Ortega). Así mismo lo ratifica el Tratado Cañas – Jeréz y el Laudo Cleveland. Llevar esto ante la OEA es una pérdida de tiempo, aunque quizás sea parte de la estrategia politiquera. Isla Calero es costarricense, todo lo confirma y ratifica. No hay punto de discusión y Ortega lo sabe bien, Chinchilla lo sabe bien, el mundo lo sabe bien. Sin embargo, el montaje está hecho.

 

Mejor hablemos de patriotismo. Ese patriotismo que llevó a una hermandad centroamericana a erradicar el filibusterismo del Istmo. Guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, nicaragüenses y costarricenses unidos para expulsar a la falange norteamericana de nuestras tierras. Aún nos cuesta entender, como pueblo latinoamericano, que nuestro enemigo no es el vecino de al lado, sino la garra perversa del águila imperial que nos acecha día con día impidiéndonos la libertad.

 

Ya lo decía el Che Guevara: “Como establece la Segunda Declaración de La Habana: «Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo.” (Discurso ante la XIX Asamblea General de las Naciones Unidas. 11 de diciembre de 1964)

 

Tenemos los mismos problemas y el mismo enemigo. Antepongamos la razón. No caigamos en el juego. Los militares norteamericanos están y han estado de una manera u otra sobre nuestro territorio y nunca se ha dicho nada. Y si no han sido los militares han sido los gobiernos títere. ¿Por qué permitimos que el enemigo se pasee por nuestra casa y escupimos al hermano? Ya lo dice claramente Amparo Ochoa: “nos siguen llegando rubios/ y les abrimos la casa/ y les llamamos amigos. […]Tu, hipócrita que te muestras/ humilde ante el extranjero/ pero te vuelves soberbio/ con tus hermanos del pueblo.” (La Maldición de la Malinche)

 

No se trata de ver con beneplácito la clara invasión de Ortega, no de Nicaragua, sino de su presidente. Como tampoco podemos generalizar a todos los estadounidenses por las barbaries de su gobierno. Solo debemos ser consecuentes. El problema no son los miles de nicaragüenses que buscan un mejor futuro en nuestras tierras, el problema son nuestros ineficaces gobernantes que no pueden aplicar políticas sanas para beneficiar a los que en realidad lo necesitan. ES un show mediático, electorero y evasivo.

 

Los nicaragüenses son el pilar de nuestra economía y están presentes en toda nuestra vida cotidiana. Son fundamentales para muchos de nosotros, incluso sin darnos cuenta de ello. Engrandecer este roce solo nos hace obviar que el verdadero problema está en la invasión del gobierno más poderoso del planeta, en la destrucción del ambiente, en la ineptitud de nuestro gobierno para afrontar las consecuencias de la fuerza de la naturaleza, en el desastre que ha significado la autopista a Caldera y en la inoperancia del sistema mismo.

 

La solución a todo esto está en la mano, solo falta la voluntad política de ambos gobiernos. El río San Juan es tan nicaragüense como la Isla Calero es tan costarricense. Nada de esto está en duda. El detalle es que caemos en el juego del nacionalismo insensato que se enmascara en xenofobia. E ahí las consecuencias de tan estúpido invento como lo son las fronteras. Seamos patriotas, seamos hermanos latinoamericanos y sigamos luchando por nuestra liberación y soberanía. Digamos no al intervencionismo, el verdadero invasor y violador de nuestro soberano territorio y designios.

 

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