¿Por qué no canto el Himno Nacional?

José Solano Solano

22 de Setiembre de 2012

Esta pregunta me la han hecho en todo momento. No es cuestión religiosa pues no creo en esas cosas. No es falta de respeto pues no busco hacer que otros no canten. Me dicen que por ser educador debo hacerlo, sobre todo por mi área de los Estudios Sociales, cosa que también encuentro odioso que se nos encasille para realizar los actos oficiales en los centros educativos sólo por esa razón. Me parece estúpido además que haya compañeros de la misma área que piensen que así debe ser.

 

El Himno Nacional no es más que un montón de frases vacías que no reflejan la realidad de nuestro país, sino el sueño de uno que nunca fue. Este himno se concibió en la época de construcción liberal costarricense y aunque sus letras variaron, no cambiaba mucho el trasfondo del contenido. Sería, finalmente, la obra José María Zeledón la que, en 1949, en pleno ascenso de Figueres al poder, oficializaría la letra del Himno Nacional, muy acorde a los nuevos intereses.

 

Sin embargo, esta letra no venía a variar en nada la construcción identitaria de los liberales decimonónicos costarricenses y latinoamericanos que, influenciados por la Francia posrevolucionaria y posnapoleónica, intentaron enmarcar un discurso nacionalista en una tierra de inexistente fervor patriótico (según la concepción liberal del término y al menos en el caso costarricense).

 

Yo no puedo creer y cantar sobre una Costa Rica donde vive el trabajo y la paz si todos los días permitimos que las grandes transnacionales vengan a explotar a nuestros compatriotas, si la inseguridad crece en nuestras comunidades mientras más groseras fortalezas se construyen en los barrios burgueses o se crean odiosos centros comerciales al lado de las zonas marginales. No hay lucha tenaz, de fecunda labor, cuando se canjea a los productores de frijol por un estadio, cuando se entrega a los agricultores y campesinos por el “libre comercio”, cuando los grandes supermercados buscan arrebatar el sustento a los labriegos que ofrecen sus productos en las ferias.

 

El patriotismo no es cantar el himno en un partido de futbol ni hacerlo en una escuela, imponiendo los antivalores hegemónicos del sistema capitalista liberal: enajenación, individualismo, consumismo, egoísmo, desprecio, indiferencia. Ese es el falso patriotismo. Ver niños obligados a posicionarse firmes como soldados frente a una bandera y a una autoridad inclemente e injusta, opresora y denigrante, cómplice de las artimañas del sistema. Ver a los gobernantes ungirse de gloria en un desfile mientras utilizan a los más humildes para sus bajos propósitos. Ver el desprecio de los que se han hecho con el poder, totalmente lejanos de un pueblo que poco a poco se harta, pero que tampoco sabe desprenderse de las cadenas y prefiere callar y mirar con indiferencia la realidad del mundo ruin cuando los juegos pirotécnicos hacen su aparición.

 

Porque cuando los entreguistas y las transnacionales ya mancharon la gloria de este país, solo una pequeña parte del pueblo se ha atrevido trocar la tosca herramienta para defender a Costa Rica. Son compañeros que siguen soñando y teniendo esperanza, pero que viven en medio de una gran mayoría, la más sufrida, que calla frente al poder de este sistema cruel, a la vez que nos miran con rareza o con ganas de unión, pero es más grande la aparente comodidad, la limitada libertad y la ilusión de la felicidad.

 

Por eso no canto el himno, porque prefiero desprenderme las cuerdas vocales gritando contra el poder opresor, prefiero acompañar a un pueblo consciente mientras es reprimido por las fuerzas alienadas del Estado, prefiero morir de pie, como tantos otros lo han hecho por mí, que vivir arrodillado mirando las injusticias de este mundo odioso y de este país que se sumerge en el apatrismo, la indiferencia y el egoísmo.

 

Pero mi sentimiento patriota, de amor verdadero a este país, me lleva a luchar por esos enajenados, a defenderlos en su inconsciencia y a tratar, por todos los medios posibles y los inexistentes, de que abran, algún día, sus ojos a una verdad que es cada vez más evidente. Y la culminación de ese patriotismo vivenciado por todos será el más primaveral de los procesos en nuestra Patria adormecida, una Revolución de grandes transformaciones, de libertad plena y verdadera, de amor solidario como nunca jamás se haya visto, y si mi vida valiese ese futuro de niños felices, de ancianos queridos, de trabajadores construyendo el mañana, ahí está, tómela el que guste.

 

Cuando vivamos el verdadero patriotismo y la Costa Rica que describe el himno, entonces lo volveré a entonar con alegría, mientras tanto, perdón.

 

Finalizo diciendo la frase que alguna vez le dije a mis compañeros de lucha:

 

Necesitamos una Primavera en Costa Rica…

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