Teoría y praxis en la coherencia ideológica

José Solano Solano

20 de Mayo de 2016

Breve introducción personal y necesaria

 

Meses atrás se escribió el presente texto. En aquel momento se razonó como descabellado, esto porque quien escribe supuso que dedicar unas líneas a “hacer teoría” de la teoría era pedante, incluso grosero para los verdaderos eruditos del desarrollo epistemológico y ontológico del conocimiento. Sin embargo, lo que en aquel momento nació de la reflexión simple y burda de lo aprendido hasta entonces demostró que, lo aprendido hasta hoy, no distaba mucho del referente conceptual elaborado. Por lo tanto, los aportes de aquel momento serán ampliados y complementados a continuación.

 

Estas líneas tratan ser un intento por comprender una realidad circunstancial que, como es obvio (o quizás no), cambiará irremediablemente con el transcurrir del tiempo y gracias a nuevos pensamientos que engrosarán o desecharán (probablemente ya existentes) lo aquí expuesto. Esa será la tarea de quien lee estas líneas, así como de quien las escribe. Además, esta breve introducción permite ser la base argumental de lo que a continuación se expondrá, pues no es una idea acabada, más bien en constante cambio y evolución. Quizás, años después, sería bueno reformular este y cualquier postulado, como parte de ese sentido lógico que conlleva el devenir.

 

Teoría y praxis

 

El sujeto, que es histórico, que es ideológico, se plantea (así demostrado por la temporalidad misma) como reflexión y acción. Teorizar y ser praxis de su pensamiento, forma parte de su naturaleza existencial que emana de su consciencia. Esta reflexión que le lleva a la acción es motivada por momentos y procesos que vienen y van, en mayor o menor medida, de un sujeto a otro. La intención que conlleva hacer formulaciones teóricas o conceptuales, forma parte de las “necesidades radicales” o “propiamente humanas”, como bien apuntaba Marx, las cuales son inherentes al desarrollo mismo del capitalismo, pero que buscan trascenderlo.

 

Así, se puede decir que existen dos formas de teorizar: una es la función práctica de la teoría; es decir, aquella que tiene aplicabilidad real a través de los métodos y técnicas que pueden derivarse de ella. Esta práctica no se muestra como “práctica-crítica” ni como “práctica revolucionaria”, así entendido en la primera tesis sobre Feuerbach de Marx. Esta es entendida desde el punto de vista formal, de simple prueba y error, no como fuerza material que se transforma en motor de procesos objetivos. Esto último es praxis.

 

La otra es la teoría que se podría llamar de latencia. Esta puede manifestarse en dos vías distintas: la que se aplicaría a posteriori como hecho concreto o aquella que está en proceso de construcción referencial. Ambas, en todo caso, en constante desarrollo teórico per se. Además, estas no se manifestarán como praxis necesariamente, cuanto sí como práctica meramente científica o pragmatismo a nivel social, no como transformación revolucionaria que es la praxis.

 

En el caso de la función práctica de la teoría, baste decir que el proceso de construcción del conocimiento lleva consigo una aplicación real desde la praxis. Nuevamente, no toda teoría es praxis, pero esta última existe en cuanto se manifiesta inherente al sujeto, de manera ya irreversible. Pero el proceso que una (la teoría) lleva a la otra (la práctica) es recíproco y dialéctico en tanto se permitan, una a una, contrastarse continuamente en su propia construcción. La constancia de la práctica hace que esta y la teoría, se destruyan y reconstruyan, por lo tanto, es fundamental reconocer en la experiencia una fuente de músculo teórico. Dicho de otro modo, no hay teoría sin práctica, y no hay práctica sin teoría. Sin embargo, en los procesos sociales, es la praxis (no la práctica), la que escapa al mero pragmatismo con la construcción teórica que pasa, irremisiblemente, por la destrucción absoluta del sistema, incluido el de ideas, dominante.

 

La transformación de cualquier estructura de pensamiento solo puede darse en el marco del análisis y la acción de los hechos concretos, por la vía de la participación directa del sujeto cognoscente en el contexto sociohistórico que lo envuelve. La transformación, especialmente la revolucionaria, conlleva una reflexión crítica constante de los postulados teóricos que la sustentan, pero solo es posible pensarla y repensarla en el ámbito de la acción política y cultural concreta. La adaptación a los tiempos no significa el rompimiento de las convicciones ni de la esencia trascendente del marco ideológico, tan solo se trata de una adecuación de los conceptos, las ideas, las causales y las acciones. Es, simplemente, cambiar lo que deba ser cambiado y conservar lo que deba ser conservado, siempre desde un marco referencial de transformación absoluto. Hay, evidentemente, una esencia que mantiene su estructura de coherencia entre el fin y el medio; pero esos medios solo son llevados a cabo en la praxis, momento de comprobación, destrucción y reconstrucción teórica.

 

Respecto a la teoría latente, se puede decir que es aquella que está en proceso de aplicabilidad o que, simplemente, contribuye de manera conceptual o referencial al desarrollo de un marco teórico de futura praxis. Este tipo de teoría es fundamental pues nace exclusivamente de la reflexión de los fenómenos naturales y sociales, del desenvolvimiento de las acciones humanas como método general de análisis, en el momento de la reflexión inicial del sujeto sobre el objeto.

 

Esta teoría “en reposo”, acerca al sujeto hacia los postulados generales del conocimiento que se plantea como nuevo o complementario. Es un proceso en constante construcción que poco a poco se va perfeccionando, que parte de la pasividad conceptual hasta el reforzamiento ontológico y epistemológico que lo sustentará formalmente. Mas debe tenerse en claro que la teoría en general solo puede ser validada en la praxis misma. Pero, tal y como se dijo, la práctica es la que, en última instancia, permeará de legitimidad a la formulación teórica, pero solo en el tanto se manifieste como fuerza material humana, esto es la praxis. Esta es una verdad ineludible dentro de la praxis revolucionaria, según se entiende en la tercera tesis sobre Feuerbach de Marx.

 

La construcción de una sociedad nueva se hace por medio de la base teórico-conceptual que, como agentes de cambio, se interioriza como ineludible. Sin embargo, la praxis, que es discursiva, ideológica, axiológica, ontológica, política, sociocultural y epistemológica, se crea y recrea en la misma acción. Es en ella donde los errores podrán ser corregidos y las revisiones contextuales elaboradas. Mientras tanto, una base teórica en latencia está emergiendo para fortalecer, destruir o reconstruir un referente. En suma, una acción realmente revolucionaria, jamás puede ser estática, jamás puede obviar su naturaleza evolutiva, ni mucho menos puede valerse de una ignorancia premeditada. Todo lo contrario, es analítica y reflexiva, es destructora y reconstructora, pero es siempre humana, siempre inacabada.

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