Un gobierno del Frente Amplio. Hablemos de miedo

José Solano Solano

22 de Diciembre de 2013

El título de este artículo pretendía llamar la atención del estimado lector. Probablemente, si es usted un afamado liberal, pensó que se trataba de otro maquiavélico artículo de desprestigio en contra de José María Villalta. Si es un frente amplista, probablemente entró a leerlo con el fin de atacar a quien humildemente expresará sus ideas en las líneas que siguen. No se asusten ambos, no se trata de hablar de fantasmas ni de disparar a ciegas. Simplemente se espera hacer un análisis muy concreto sobre una posible realidad a partir de febrero. Eso sí, se hablará de miedos, pero no se asuste ni se entusiasme, sólo lea.

 

Quien no está en un partido, pero que sí empata ideológicamente con un fin en específico, es más fácil poder expresar ciertas ideas, pues no lo atan a dogmatismos de ningún tipo. Por lo tanto, escribir estas líneas se hayan trazadas en la libertad de pensar sin imposiciones y sin el temor a los señalamientos de una tendencia u otra.

 

El próximo 2 de febrero de 2014, Costa Rica definirá un nuevo presidente y una nueva Asamblea Legislativa. Más allá de lo que se crea alrededor de los procesos electorales, irremediablemente ha de caerse en la realidad histórico-política nacional para entender la construcción que ha tenido el país como sociedad, es decir, lo que se ha legitimado estructuralmente por la colectividad. Sin más preámbulo, es importante empezar por los miedos falsos.

 

Vivimos en un mundo de terror constante, más virtual que real, pero a fin de cuentas: terror. Estos son los fantasmas construidos por las prácticas imperialistas que, temerosas de perder su poder hegemónico, han creado símbolos y figuras basados en ideas erróneas o tergiversadas de la realidad. Se podría decir entonces que, quienes han construido estos miedos, simplemente están reflejando sus propios temores. Sobra decir que estos sentimientos se basan más en el egoísmo que en algún altruismo en beneficio de otros. Para ejemplificar lo anterior, se puede establecer que el poder económico inculca miedos a los oprimidos con el fin de mantenerlos en esa situación de opresión, aunque, paradójicamente, esos miedos son, generalmente, los posibles artífices de su liberación. Cualquier lucha por un derecho se criminaliza para evitar su concreción, se podría decir.

 

Quizás no haya quedado del todo claro. ¿Cómo puede el poder hegemónico temer si tiene todo lo esencial para sostenerse en ese pedestal? Sencillo, ese poder se mantiene arraigado a su situación de privilegio por medio de la explotación humana, de la destrucción de los recursos, del hoy sin mañana, del enriquecimiento desmedido en detrimento de miles de millones sin sustento. Su naturaleza es egoísta porque la solidaridad implica su caída o, al menos, su pérdida de privilegios. Es por ello que su propio miedo a compartir lo lleva a crear terrores todavía más espantosos que ese demoniaco sentido de solidaridad. Es, pues, la solidaridad tan perversa que se deben configurar miedos todavía “más terribles”: comunismos, sindicalismos, chavismos, castrismos, anarquismos, musulmanes con turbantes y todo cuanto sea objeto de desestabilización del orden impuesto por ellos. La solución que le muestran al mundo para combatir esos terrores son: asesinatos, golpes de estado, desapariciones, presos políticos, criminalización de la protesta social, guerras, terrorismo, narcotráfico, delincuencia, purgas, campos de concentración, espionaje y vigilancia constante de la ciudadanía, limitación de derechos, violaciones, torturas, mutilaciones; y todo esto, gracias a sus poderosas corporaciones de la comunicación, hacen que se vea como normal en el combate de esos ejes malignos. Es más, se hacen ver como los bienhechores que luchan contra los propios demonios que han creado, ejemplo de ello es “la guerra contra el narcotráfico”.

 

Estos miedos falsos son los que han aparecido las últimas semanas en Costa Rica, desde que el partido Frente Amplio empezó a encabezar las encuestas y creció de forma avasalladora bajo la figura del joven aspirante a la presidencia, José María Villalta. Según este panorama, los reaccionarios (temerosos conspiradores de miedos) iniciaron una campaña de falsedades, de manipulaciones descaradas y errores teórico-conceptuales que pretenden visualizar experiencias de Guerra Fría o de socialismos del siglo XXI en este país que pareciera suspendido en un lapsus interminable de tiempo.

 

Sobra recordar que Costa Rica, por sus condiciones histórico-sociales, jamás ha tenido una experiencia revolucionaria, pues su trayectoria jamás se ha apartado de los lineamientos liberales. Pero de esto se ha hablado extensamente [1]. Así pues, los liberales, los burgueses, los acaudalados exportadores e importadores, los empresarios agrícolas e industriales y los ciudadanos desclasados de “a pie” pueden estar seguros de algo: jamás dejarán de ser lo que son ni perderán lo que tienen. ¿O acaso han desaparecido los ricos de Venezuela, Bolivia, Ecuador o Uruguay? Para nada. Los ridículos que han salido despavoridos son esos “temerosos conspiradores de miedos” que, por sus ideas infundadas, han preferido salir por la puerta trasera, antes de ser la burla de su propio patetismo.

 

¿Qué le espera a Costa Rica con el Frente Amplio? Pues eso, un amplio programa de reformas sociales, un volver a la Costa Rica perdida, al país construido por Calderón Guardia, Figueres Ferrer y Mora Valverde. Es volver a la misma Costa Rica que vio nacer a muchos privilegiados que hoy la han despedazado. Es tratar de recuperar la Caja, el ICE, el INS, los derechos laborales, lo que queda de la soberanía alimentaria, la institucionalidad pública en suma. Así que, liberal que pacientemente ha leído este artículo, sepa que el comunismo no asentará “sus malignas manos” en este país, pues las relaciones de producción que sustentan el sistema no van a ser transformadas. Pero eso sí, quizás ciertos privilegios y alcahueterías que hasta hoy ha tenido, probablemente le sean limitadas: pagar las deudas de la Caja o los impuestos, estar pendiente de los derechos laborales, respetar algunas normas ambientales, alguna que otra ley que pretenda imponerle algún “estatequieto”, pero nada más allá de lo normal.

 

Frente Amplio es una esperanza y una alternativa para los miles que han soportado los gobiernos neoliberales. El proceso que está siguiendo el país es el normal que está llevando Latinoamérica. Pareciera que es el momento de las “nuevas izquierdas”. Juzgar lo que se viene sería, por tanto, una tarea titánica a la vez que prejuiciosa, lo que no implica la criticidad analítica que puede nacer de la historicidad propia del contexto costarricense. Sólo el tiempo dirá la última palabra, mas entiéndase que, más allá de lo que acontezca en el corto y mediano plazo con un gobierno del Frente Amplio, los procesos sociales no se detienen, esa es la tarea que han de asumir los colectivos.

 

Precisamente, sobre esta última línea es que aparecen los miedos fundados, quizás más personales. Estos temores descansan en la base del apaciguamiento que puede generar un gobierno alternativo al actual. Si bien las luchas que se vendrían son de otro tipo (principalmente por una oposición grande en la Asamblea Legislativa), ¿cuál sería el papel que han de jugar los colectivos que hoy le han dado una adhesión –directa o indirecta– a un probable gobierno de Frente Amplio? ¿Sabrán mantener las distancias cuando deban nacer las críticas? ¿Cuál será incluso la actitud de un gobierno frenteamplista ante las variadas agendas de la lucha social? Quizás quienes aspiran por transformaciones radicales deban seguir esperando, solo la educación popular constante, consciente, crítica y revolucionaria podrá rendir sus frutos de un mundo mejor.

 

Sin embargo, lo que también deberá asumirse es el proceso evolutivo que un conjunto de reformas podría ir generando en la sociedad, principalmente en la adquisición de nuevos derechos o la ampliación de los ya existentes. La reacción no se detendrá en sus intentos desestabilizadores y, posiblemente, la misma ciudadanía vaya a ir exigiendo transformaciones más profundas, para las cuales el partido no esté preparado, al igual que ciertos sectores de la sociedad. Sin embargo, también puede ser que todo transcurra sin mayores cambios y solo se dé el bacheo de los problemas superficiales. Nuevamente, solo el tiempo y la gente misma determinará el devenir de los acontecimientos.

 

En resumen, hay miedos. Unos son infundados y otros tienen su asidero en las preocupaciones a lo interno de un sector importante del movimiento social. Las democracias de tipo liberal burgués y sus mecanismos electorales no solucionan los problemas, basta echar un vistazo fugaz a la historia. Sólo los procesos verdaderamente revolucionarios son los que han transformado las relaciones sociales; el problema de su sostenibilidad ha radicado en la no intervención de todas las estructuras. Un verdadero proceso revolucionario solo puede ser llevado a cabo por los pueblos que han despertado de su situación servil para liberarse. La revolución no es precisamente armada, parte de la conciencia, de la educación continuada, pero el método sólo lo darán las circunstancias y la sociedad misma. La tarea del movimiento social será la de informar, enseñar y aprender. El aprendizaje ha de centrarse en no caer en dogmatismos sectarios, como tampoco resignarse a soñar con el mundo anhelado. La construcción de la sociedad nueva está en manos de los pueblos, no en elegir a uno u otro candidato.

 

Sin importar el resultado electoral, la Costa Rica de abajo y consciente, tiene la imperiosa tarea de crecer, pues lo que se viene está empinado. Se avecinan tiempos oscuros, pero también color de rosa. Organizarse, educar y luchar sigue siendo el único camino.

 

Notas

 

[1] Solano, José. 2013. El fantasma de la izquierda en Costa Rica. En: http://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/el-fantasma-de-la-izquierda-en-costa-rica/

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