La Educación Cívica Hoy

José Solano Solano

13 de Julio de 2011

Un Nuevo Paradigma para la Cívica. El papel del Docente: Domesticación versus Consciencia.

En este contexto contradictorio, pesimista, desalentador si se quiere, es que debe surgir la figura del docente comprometido con la verdadera función de la formación ciudadana: el fomento de los valores de solidaridad y amor y todos los demás elementos latentes que ellos conllevan y que conforman el mundo.

 

No se trata, pues, de esa antigua concepción de formar “buenos ciudadanos”, ya que esta ha acarreado tergiversaciones, nacionalismos exacerbados, exclusiones e incluso, sangrientos genocidios.

 

El docente que se plantee la educación cívica debe transgredir el statu quo, debe desarraigarse de los principios rectores de la globalización como sistema mundo, decodificar su entorno y replantear un nuevo paradigma, más inclusivo, contextualizado y revolucionario.

 

Desde este punto de vista, se habla de un educador, quien puede hacer una mirada introspectiva de su realidad y de su entorno, que es capaz de desarticular esa compleja verdad de su contexto histórico, desmembrándola de las relaciones exclusivas del poder y la opresión para configurar un nuevo esquema educativo y social. Es apropiarse de la realidad, analizar la situación de opresión desde su misma realidad oprimida y transformarla en busca de la libertad.

 

Esta apropiación por parte del educador conlleva la identificación subjetiva y objetiva de la realidad que vive y recrea en las situaciones educativas. Se trata de reflexionar sobre la relación sistema – ser humano, sus causas, consecuencias, motivaciones inherentes al poder político y económico nacional, regional y global, relaciones de poder, exclusión, etc., partir de los esquemas que sustentan el sistema para luego decodificarlos y generar cambios positivos a favor de un mundo más inclusivo, por lo tanto, se trata de buscar una transformación real, la cual se logrará a través del proceso de concientización, hacia el cambio cultural, político, económico y social.

 

Cuando el docente sea capaz de mirarse y de observar su mundo complejo y contradictorio logrará romper las barreras de sus ataduras, de su opresión misma para, junto con el educando, transformar ese mundo y alcanzar la liberación.

 

En resumen, el docente comprometido no es aquel que forma en la sumisión, en el silencio, en el acatamiento incuestionable de la ley y el poder, sino el que educa en la práctica constante, verdadera y duradera de la libertad, el que busca junto al educando las maneras de afrontar el mundo, con consciencia crítica, idealista y transformadora, llena de amor.

 

La vocación de la educación cívica gira, pues, hacia una concepción más concientizadora de la realidad para transformarla radicalmente, es una educación revolucionaria, es coherente con la solidaridad y el amor. No busca el aprendizaje del educando, si no la apropiación que este pueda hacer de su mundo para cambiarlo.

 

El educador expone la situación de dominación y domesticación por parte del poder opresor a través de todos sus instrumentos para que el educando pueda convertirse en sujeto activo (ya no más objeto) de cambio del sistema excluyente y desigual.

 

El educador es político, pues lleva a la palestra la realidad del mundo para entremezclarla y diluirla con la realidad del educando a través del proceso concientizador. La cívica toma un nuevo matiz, más heterogéneo, respetuosa de las diferentes visiones de mundo, educadora para la aceptación, la solidaridad horizontal y de amor profundo hacia la Tierra y la humanidad. El educador se apropia de la disciplina como instrumento de cambio contra el sistema que le da vida.

 

Este es el modelo de educador desde la perspectiva formadora de los valores colectivos, donde prima el ser humano social por encima del yo egoísta e individual.

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