Venezuela en la encrucijada

José Solano Solano

30 de Mayo de 2017

Las últimas semanas en Venezuela han sido de gran convulsión política y social. Percibir las razones del conflicto en este rincón centroamericano, a pesar de la corta distancia con ese país, se hace una tarea a veces titánica cuando lo que media es el filtro de la desinformación del oficialismo chavista a través de TeleSur y VTV o la oposición liberal a través de la CNN y demás cadenas corporativas. En definitiva, esto es una pugna por el poder, por el control del Estado, y aunque en esto se desligan algunos movimientos, su fuerza no conlleva, quizás, la posibilidad de crear una nueva forma de organización social. Se está, por tanto, ante un conflicto por el poder y nada más.

 

Es difícil saber si la caracterización del gobierno bolivariano como fascismo sea la correcta. Desde esta latitud podría decirse que no pues no cumple, en términos generales, con los elementos propios de los fascismos. Esto porque, en general, todas las formas de gobierno pueden encerrar una u otra característica, mas no todas. El fascismo tiene su aparición como máxima expresión política cuando el sistema económico entra en crisis, es un pequeño desvío del Estado hacia el autoritarismo exacerbado para salvaguardar el capitalismo. Por esto, es complejo definirlo en este sentido pues, a grandes rasgos, en Venezuela el capitalismo nunca peligró, tan solo los privilegios de clase que enfrentó a la vieja burguesía con la nueva que nació al amparo del proceso bolivariano. Por tanto, se está ante una crisis política mas no económica pues, en el fondo, el problema de Venezuela como un país rentista sigue siendo exactamente el mismo ahora como lo fue antes de Chávez. En términos formales, se está ante una dictadura, como lo es cualquier forma de gobierno, pero esto es irrelevante pues no existe mayor diferencia entre una dictadura bolivariana, socialista o liberal. Quienes actualmente detentan el poder no desean perderlo, por tanto es lógico el plegamiento a través de disolver parlamentos, no convocar elecciones, reprimir con violencia o buscar salidas que intenten legitimar el carácter “democrático” del proceso.

 

De la misma forma ocurre, por lo tanto, al tratar de definir el proceso bolivariano como revolucionario. Al no existir transformaciones profundas en el modo de producir, difícilmente se puede denominar de revolucionario dicho proceso, pero sí tiene todas las características de reformista. Lo cual tampoco es un problema pues, si bien después de 1950 Venezuela se sumó a los procesos de industrialización y de intervencionismo estatal, las brechas no lograron minimizarse y más bien se profundizaron, lo que llevó en un primer momento al “Caracazo” y posteriormente al advenimiento del chavismo. En este “socialismo del siglo XXI”, que se convirtió en un sincretismo ideológico peculiar, se dieron reformas en muchos ámbitos, siempre bajo la figura carismática y milenarista de Hugo Chávez, típico de los caudillismos latinoamericanos [1]. Sin embargo, no se dieron transformaciones profundas en la forma de organización o en el modo de producir, sino que solo se sustituyó la vieja oligarquía por una nueva, la dependencia del petróleo se acrecentó debido a una mayor necesidad de consumo producto de las mejoras sociales, el modelo extractivista no cesó sino que incluso ha crecido en otras áreas y el aparato militar se fortaleció. Hubo cambios sociales sustanciales con mejoras en la salud y la educación (especialmente por los convenios internacionales), pero el proceso no se profundizó ni se radicalizó.

 

El intervencionismo extranjero es otro problema. Así como claman las voces de intervención norteamericana, también lo hacen aquellas que imploran porque Rusia haga lo mismo. Ante situaciones tan complejas, es evidente que, al menos por ahora, no parecería viable una intervención directa de ambas potencias en la zona. En el caso de Estados Unidos, ya lo hace a través de sus grupos de interés que esperan democratizar “a la estadounidense” a Venezuela. Sin embargo, tanto Estados Unidos como Rusia están enfrascados en Medio Oriente, donde es más estratégico controlar aquel lugar debido a que ya lo han desestabilizado enteramente. Es decir, hasta que el panorama sirio no tenga una luz de salida, difícilmente se abrirá un nuevo frente de batalla. Rusia está cuidando su traspatio frente a Estados Unidos, y este está muy involucrado en la región como para intervenir directamente a Venezuela, sin embargo, esto puede llegar a ser impredecible en la dinámica geopolítica. Todo dependerá de las circunstancias.

 

Ahora bien, más allá de los sectores en evidente pugna por el poder del Estado, se encuentran las personas que no tienen relación directa con ese conflicto, sea que fueron simpatizantes o militantes o del todo desencantados con la política en general. Esto es importante porque la tendencia de la desinformación es categórica al afirmar que solo la MUD organiza estas manifestaciones, lo cual es absurdo y falaz. Un dato simple que desmiente esto es que, producto de la escasez de alimentos y productos básicos (más allá de si el culpable de esto es el gobierno o la derecha), muchos de los que salen a las calles son, precisamente, los que se han visto afectados por dicha escasez, esto definitivamente señala a los sectores populares, a las barriadas, a los pobres, como agentes en movilización. Los ricos, aunque están detrás de muchos de los llamados a enfrentar al Estado a través de sus estructuras partidarias, no son los que se están viendo afectados por la crisis de bienes básicos de consumo.

 

Sostener lo anterior le quita el carácter revolucionario a las personas (su creatividad y espontaneidad, su autonomía por tanto) para convertirlas en simples marionetas de la manipulación de los chavistas o de la MUD. Lo cual contrastaría fuertemente con las mismas tesis clásicas que explican las razones de movilización social que, en el fondo, son las propias contradicciones de un régimen que no logró ir más allá en su proceso de reforma.

 

Pero a esto hay que sumarle otro absurdo que entonan algunos sectores de la izquierda a buen coro: pensar que estas movilizaciones espontáneas en barrios, zonas rurales o grandes ciudades “son cooptadas” por la MUD o “le hacen juego a la derecha”. Esto es reducir la discusión al maniqueísmo izquierda-derecha y al simple electorerismo que muchos partidos, gustosos y gloriosos, asumen como parte de la única realidad y forma de alcanzar su “proceso revolucionario”. Quienes así piensan, evaden la realidad y la dinámica de los fenómenos sociales, negando de esta forma el “espíritu” de rebeldía presente en las personas frente a las necesidades materiales. Es decir, la capacidad que tiene la gente de hacer consciencia sobre su realidad existencial y, por tanto, de intentar tomar las riendas de sí mismos. Negar esto es caer en el típico milenarismo mesiánico de los partidos políticos, tanto de izquierda como de derecha.

 

Existen necesidades que ni el chavismo logró erradicar en un sector de la población. De igual forma, los otrora sectores beneficiados con las reformas, al llegar estas a un tope, han visto como se ha ido perdiendo el impulso y se han generado retrocesos. A esto se le suma la incontenible corrupción que dicho proceso bolivariano jamás pudo desaparecer. Muchos de estos sectores descontentos son los que están en las calles, no llamados por la MUD, sino saliendo por sus propios medios y organizándose bajo formas peculiares donde la solidaridad es uno de los elementos de cohesión más dinámicos.

 

Son muchos los sectores que actualmente se oponen al chavismo. Entre estos es importante destacar a los sectores autónomos, los cuales no pretenden las cuotas de poder que genera el Estado y que sus llamados son, más bien, a optar por una tercera vía para salir del conflicto a través de formas de organización completamente distintas a las que aspiran los propagandistas proestatistas de todo color.

 

Los famosos “anarcochavistas” que algunos buscan caricaturizar es tan solo una parte de las corrientes que existen en Venezuela y que dieron en su momento -con evidente poco éxito- una visión del proceso bolivariano, bastante sesgado y alejado de todo sentido común. Existen sectores autónomos que hacen sus propias convocatorias a manifestarse contra el gobierno, que se desligan por completo de la falsa oposición procapitalista y proestatista, pero que aprovechan -como ha ocurrido en otros periodos de la historia mundial- la crisis política actual para tratar de incidir y organizar a la sociedad bajo formas nuevas. No comprender que las crisis coyunturales son incitadoras de procesos de radicalización, y confundirlas más bien con “cooptación” de la MUD o “hacerle el juego a la derecha” es desconocer la historia y, peor aún, la chispa de lo que fueron movimientos revolucionarios en el pasado.

 

El llamado de algunos sectores va en dirección opuesta a lo que plantea la MUD o el gobierno bolivariano. Es contrario incluso al sistema económico mismo. Pero también es contrario a cualquier proceso constituyente, sea del gobierno o uno “libre y soberano” (tal cosa sería un oxímoron). El llamado es a formas de organización social, política y económica completamente distintas. Las voces son muchas y claman por hacer valer su palabra en medio de un poder que pone las armas, mientras ellos ponen los muertos. Los sectores autónomos no están capitulando, si alguno se ha plegado a alguna de las fuerzas que luchan por el poder es porque hacen una lectura ambigua o porque simplemente dudaron desde el inicio. Además, son muchos los sectores autónomos, lo cual es errado pensar que existe uno solo. Algunos llaman a manifestarse cuando se hacen las convocatorias generales en los puntos previstos, los más lo hacen en los lugares menos esperados (en este sector autónomo se incluye a las barriadas, personas, zonas rurales que no están organizadas bajo estructuras partidarias o libres, sino que son espontáneas) y otros deciden no hacerlo o esperar otras condiciones. Encasillar y generalizar es ignorar.

 

Aun así, quizás cayendo en el pesimismo, la lucha por el control del Estado y de los privilegios es la que tiene mucha más fuerza. Estas visiones diferentes no tienen el eco esperado, pero son incipientes formas de suplir sus necesidades de manera creativa y luchadora. Por otro lado, desde lo más optimista, la crisis política puede poner en la encrucijada a la sociedad y las posiciones autonomistas podrían acarrear adeptos. Sin embargo, por todos es sabido que el Estado desprecia cualquier manifestación de autogestión en la sociedad que pueda poner en peligro su desorden establecido. Será el tiempo y las condiciones las que vayan dando las nuevas interpretaciones sobre lo que en Venezuela acontece. Esto, mientras tanto, es solo una visión, como tantas, de lo que ocurre por allá.

 

Nota

 

[1] Solano, J. (2013, 8 de diciembre) Entender el caudillismo es entender Nuestra América. EquipoCritica.org, recuperado en https://www.equipocritica.org/reflexion-editorial/editoriales-anteriores/entender-el-caudillismo-es-entender-nuestra-america/

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